“Colombia no ha sido una país de quiebres o bandazos en el manejo económico. Siempre ha habido un hilo conductor alrededor del cual hay matices y controversias, pero siempre prima la coherencia y la continuidad”. Así lo sostiene el exministro de hacienda, Mauricio Cárdenas Santamaría, quien además califica como virtud la continuidad en el manejo económico de los últimos 50 años.

Como economista, magister de la universidad de Los Andes y PH.D en economía de la Universidad de California en Berkeley e investigador y académico, opina que los retos que tenemos hacia adelante dan pie a un debate más racional y menos emotivo, lo que permite alinear mejor las expectativas con la realidad. “Ya no tenemos los vientos de cola de la primera década de este siglo asociados a los altos precios de los productos básicos y la alta liquidez global”.

En diálogo con la revista Economía Colombiana, Cárdenas Santamaría se refirió a la situación actual y las perspectivas de nuestra economía.

"El manejo económico colombiano no ha tenido grandes rupturas. Lo que se destaca internacionalmente de nuestro país es la continuidad. Ha habido un hilo conductor alrededor del cual, naturalmente, hay diferentes matices y énfasis, pero ha primado la coherencia. El último cambio de gobierno no ha sido la excepción, pese a que se hizo en medio de una fuerte polarización política. Aunque suene paradójico, dado que se trató de un gobierno que se eligió sobre la base de una plataforma de fuerte oposición al anterior gobierno, en el manejo económico hay más acuerdo que desacuerdo o, por lo menos, es lo que yo veo.

El gobierno actual le ha dado importancia a la regla fiscal y ha mantenido las estrategias fiscales basadas en una reducción de los impuestos de renta a las empresas, un aumento en la tributación de las personas naturales y la introducción de nuevas herramientas para mejorar la gestión de la DIAN, como la factura electrónica, la penalización de la evasión y la normalización tributaria para contribuyentes que no habían declarado en el pasado su realidad patrimonial. Esto para no hablar de la política monetaria y financiera, incluyendo la regulación y supervisión, donde por razones institucionales los cambios de gobierno no deben tener impacto.

La infraestructura es otro campo donde veo continuidad, pese a que los funcionarios actuales dicen lo contrario. El nuevo modelo para el desarrollo de este sector, con instituciones como la ANI y la FDN, dará réditos al actual gobierno pese a que es un legado del anterior.

¿Cuál es su opinión sobre lo que está pasando en el sector de la vivienda que usted impulsó, por tratarse de un gran “jalonador” de la economía?

Obviamente no todo es igual, puesto que cada gobierno tiene sus prioridades. Me refiero a que una de las estrategias que el actual gobierno ha querido resaltar es la economía naranja para lo cual introdujo exenciones del impuesto de renta para ciertas actividades, como las agencias de publicidad. Desde mi punto de vista lo que se busca es estimular ciertos sectores pero es mejor hacerlo con el gasto público y no con los impuestos. Por ejemplo, de tiempo atrás he pensado que la construcción –tanto de edificaciones como de obras civiles– tiene una gran cantidad de encadenamientos que justifican una especial prelación en el presupuesto, sobretodo cuando la economía está creciendo por debajo de su potencial. Por eso, la Administración Santos impulsó las viviendas gratuitas, así como las subsidiadas –conocidas como el programa “mi casa ya”–que jalonaron la actividad del sector–.

¿Esta es una posición ideológica?

Estamos viendo, en este momento, el fin de ciertas ideologías en el mundo. Hace treinta años se dijo que el socialismo estaba en vías de extinción. Pero no fue así, por lo menos en América Latina. La Revolución Bolivariana lo prolongó 30 años, después de la caída del Muro de Berlín. Tuvimos que esperar la debacle social y económica venezolana para que el socialismo perdiera respaldo en nuestro medio.

Otra ideología que tuvo cierto auge en América Latina, sobre todo en los años noventa, es el neoliberalismo, resumido por el ”Consenso de Washington”, un decálogo de recomendaciones de lo que debí

“an hacer los países.

Colombia siempre ha evitado estar anclado en esas ideologías. No hemos sido un país donde las ideologías hayan jugado un papel tan predominante en la orientación del manejo económico. Afortunadamente, porque eso es lo que nos ha permito tener cierto pragmatismo. Para conectar con el tema de la vivienda, ilustro ese pragmatismo, con el subsidio a la tasa de interés, una política que se adoptó en Colombia en 2009 y que desde el punto de vista de la filosofía neoliberal fue muy criticada. Pero fue muy efectiva para estimular la demanda de vivienda justo en el momento en el que la economía la necesitaba.

Este tipo de intervenciones muestran que más allá de los dogmatismos lo que le sirve a la economía son políticas bien diseñadas, basadas en la evidencia.

¿Esa teoría es equivalente a la tercera vía de que habla el expresidente Santos?

Es el centro, para ponerlo en términos más simples. El termino de la tercera vía, aunque ya está pasado de moda, combina una visión responsable de la política macroeconómica (esto es, un modelo caracterizado por el control de la inflación, el bajo déficit fiscal y una deuda pública sostenible), es decir el anti-populismo, con una visión progresista en la que Estado se utilice como una herramienta de desarrollo.

“No es la visión del Estado minimalista donde el Estado simplemente se asegura de que haya unas reglas de juego estables y claras y una buena macroeconomía, sino que también hay un Estado que entra a resolver problemas, especialmente los sociales. El problema más importante en un país como Colombia es la desigualdad sumada a la escasa movilidad social. Es decir, la situación de los padres se convierte también en la situación de los hijos y la de los nietos, de manera que las personas quedan atrapadas en una situación de la que no pueden salir. Entonces, el Estado tiene que ser una herramienta efectiva de redistribución para lograr una mayor equidad, por lo menos de oportunidades.

¿En cuanto a lo que viene, lo que se ha denominado como la “cuarta revolución industrial”, usted cómo ve el panorama para Colombia?

Me gusta más hablar del futuro que del pasado. Los retos que tenemos hacia adelante dan pie a un debate más racional y menos emotivo, lo que permite alinear mejor las expectativas con la realidad. Ya no tenemos los vientos de cola de la primera década de este siglo asociados a los altos precios de los productos básicos y la alta liquidez global. Esta nueva etapa vendrá con una menor demanda de productos básicos, en parte porque China está cambiando su propio modelo. Y al mismo tiempo se está produciendo un movimiento que se ha denominado la “cuarta revolución industrial” que lo podríamos llamar “robotización” o mayor uso de la inteligencia artificial que conduce a que se supriman algunos puestos de trabajo y particularmente los que son menos calificados.

Entonces, ya no se necesitará, por ejemplo, ir a la sucursal de un banco o a una agencia de viajes. Debemos ser conscientes que va a ser cada día más fácil sustituir la mano de obra, especialmente la no calificada, por la tecnología. La “cuarta revolución industrial” no ofrece un panorama del todo positivo para América Latina. Y al mismo tiempo hay más demandas de la sociedad sobre el Estado, lo cual hace difícil que se pueda conservar la disciplina fiscal del pasado. Lo que hemos logrado históricamente, en el sentido de mantener unas finanzas públicas ordenadas, no es garantía de que se logrará hacia delante porque nuestras sociedades son más deliberantes y exigentes.

Para hacer esta radiografía aún más problemática basta decir que nosotros somos una región muy rica en recursos naturales no renovables como la minería y los hidrocarburos que cada día enfrentan más oposición. Por ejemplo, si bien el fracking podría multiplicar por tres las reservas de hidrocarburos, además de mayores ingresos externos y fiscales, es altamente improbable que su desarrollo pueda darse en el tiempo en el que se requiere, por la oposición de varios sectores de la población. Entonces en ese escenario crecer y resolver los problemas y necesidades de la población es más desafiante, más complicado, por eso debemos estar pensando, ante todo, en ese futuro.

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