Mucho se ha especulado sobre los cambios que se podrían dar por parte de la administración Biden, con respecto de las relaciones con América Latina y, específicamente, con Colombia

Ante todo, se debe señalar que ni nuestro país, ni América Latina están dentro de las prioridades de la política exterior de Estados Unidos. Washington solo tuvo una atención especial hacia nuestro subcontinente en determinados períodos de la historia, por circunstancias y razones muy precisas.

Durante el siglo XIX, Estados Unidos pugnaba con Inglaterra y Francia para asegurarse el control de la comunicación interoceánica. Fuera por la ruta de Nicaragua o por la de Panamá. Este afán se constituyó en un propósito nacional a raíz del “Golden Rush”, el descubrimiento del oro en California que hacía indispensable una comunicación expedita, segura y rápida entre las dos costas. Un aspecto fundamental desde el punto de vista estratégico,económico y militar para Estados Unidos.

Inicialmente, esa necesidad quedó parcialmente cubierta con la construcción del ferrocarril de Panamá, inaugurado en 1855, y con la navegación por el río San Juan y el lago Nicaragua, para salir al Pacífico. Esta ruta fue utilizada por la empresa del magnate norteamericano Cornelius Vanderbilt. El interés se extendió luego a la construcción de un canal interoceánico que dio lugar a la separación de Panamá en 1903.

Posteriormente, durante la época de la Guerra Fría, con el síndrome de la amenaza punto de que casi todos los mandatarios de los países de la región eran militares. Para Washington, era una garantía de que el comunismo no entraría al continente. comunista en el continente, los Estados Unidos apoyaron a regímenes militares hasta el punto de que casi todos los mandatarios de los países de la región eran militares. Para Washington, era una garantía de que el comunismo no entraría al continente.

El 17 de abril de 1961, 1500 mercenarios cubanos preparados y auspiciados por la CIA, desembarcaron en Bahía Cochinos o Playa Girón, en la costa sur de Cuba, con el propósito de expulsar al régimen de Fidel Castro.

La acción fue un enorme chasco. Nunca aparecieron ni los soldados cubanos con los que se iban a encontrar los invasores, ni la población civil que supuestamente se uniría a ellos. Después de 70 horas de combates, con más muertos en las fuerzas defensoras que entre las de los atacantes, 1200 de los 1500 mercenarios, fueron hechos prisioneros.

Entre tanto, los Estados Unidos rompieron relaciones con Cuba y Colombia lo hizo, inmediatamente, después. Pero, además, nuestro país, por solicitud del gobierno norteamericano, convocó una reunión de cancilleres de la OEA dentro del marco del Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca, con el fin de expulsar al gobierno de Cuba de la organización. A finales de enero de 1962, la resolución de expulsión se aprobó con una precaria mayoría.

El siguiente episodio fue el de la crisis de los misiles en Cuba que puso al mundo al borde de la tercera guerra mundial. La antigua Unión Soviética retiró los cohetes, sin ni siquiera consultar con Castro, mientras que los Estados Unidos hicieron lo propio con los proyectiles que tenía en Turquía apuntando hacia Moscú y se comprometieron, además, a no actuar militarmente contra Cuba.

Los Estados Unidos decretaron luego el bloqueo a la isla que sirvió de pretexto para que el gobierno cubano le adjudicara la responsabilidad de todos los males derivados de las graves fallas y errores del sistema. Cuba logró, además, que el bloqueo, paulatinamente, fuera rechazado por toda la comunidad internacional, incluyendo a los aliados de Washington.

Posteriormente, se presenta otra compleja coyuntura a raíz del conflicto centroamericano, incluyendo los casos de Nicaragua y de El Salvador. El retiro del apoyo a Somoza dio el triunfo a la revolución sandinista, el 19 de julio de 1979. Luego los Estados Unidos se empeñan en el derrocamiento de los sandinistas, incluso con la utilización de los llamados “contras” desde Costa Rica y, en especial, desde Honduras. Se presagia, otra vez, una confrontación a gran escala. Interviene el Grupo de Contadora, del que formó parte Colombia y se logra la paz. La atención del mundo estaba en Centroamérica.

El primer encuentro de Biden con América Latina fue el de tratar de detener las migraciones provenientes de los países del llamado “Triángulo del Norte”, Guatemala, Honduras y El Salvador. En contra de lo que algunos habían supuesto, se ha visto obligado a seguir una política similar a la de su antecesor, solo sin continuar la construcción del muro que tan mal sabor causó en nuestro continente.

No se debe olvidar que entre una buena parte de la población norteamericana, el ingreso de los migrantes procedentes de Centroamérica es francamente rechazada. Ese sentimiento es común entre republicanos y demócratas, aunque con frecuencia se formulan denuncias sobre eventuales violaciones a los derechos humanos.

Dentro de ese marco, las relaciones con México van a tener mucha relevancia. Además, porque los carteles mexicanos de la droga, algunos de ellos con asiento en territorio colombiano, constituyen un problema para el orden interno de los Estados Unidos. Las características del presidente mexicano, López Obrador, no serán de ninguna manera un obstáculo para el entendimiento entre los dos países que también a los mexicanos les interesa muy especialmente.

La vicepresidenta de John Biden es Kamala Harris, una mujer de raza negra, de 55 años, sin pergaminos y con una larga trayectoria política. Aunque nació en los Estados Unidos, su madre es de la India y su padre de Jamaica. Una mezcla muy especial que conjuga condiciones y cualidades de ambas razas. No sería imposible que en un momento determinado, Kamala Harris, pudiera ser la presidenta de los Estados Unidos. No sería la primera vez que alguien de origen jamaicano ocupara una posición prominente en los Estados Unidos. El general Colin Powell, no solo fue comandante de las Fuerzas Armadas, sino Secretario de Estado y precandidato a la candidatura republicana en 1996, con muchas posibilidades de ser presidente.

Precisamente, en un pronunciamiento que hizo sobre las migraciones centroamericanas procedentes de los tres países del “Triángulo del Norte”, dijo que se requería una fuerte inversión dadas las condiciones de pobreza en que se encontraban.

También se debe suponer que se dará una atención especial hacia los países angloparlantes del Caribe. Tanto más cuanto muchos de ellos se sienten en una condición de privilegio frente a los demás países del continente asolados por la inestabilidad política, la corrupción y la violencia galopante.

Entre los ejes de la política de los Estados Unidos hacia Colombia está el problema de las drogas que es común a todos los gobiernos norteamericanos, demócratas o republicanos, desde hace 40 años. En eso Biden no es una excepción.

Aunque no es la cocaína la única droga que consumen los norteamericanos, de todas maneras para el gobierno de los Estados Unidos es importante contener el flujo que ingresa al país. Además, porque los carteles mexicanos de la droga que se han instalado en nuestro territorio constituyen un riesgo para los Estados Unidos en su frontera con México.

En esas condiciones, funcionarios de la administración norteamericana estarán exigiendo, periódicamente, a nuestro país mayores esfuerzos y resultados, no solo en la erradicación de cultivos ilícitos, sino en la producción y comercialización de la droga. Partiendo de la base de que las aspersiones aéreas, por sí mismas, no constituyen la barita mágica para solucionar el problema.

Al iniciar su mandato, había expectativa sobre la actitud que tomaría Biden respecto del régimen de Maduro y si continuará siguiendo la línea de su antecesor, de buscar a toda costa su derrocamiento, incluso mediante acciones armadas. Maduro, antes de que Biden y su Secretario de Estado se pronunciaran al respecto, pensó que la política norteamericana hacia Venezuela se modificaría.

Las esperanzas de Maduro, muy pronto se desvanecieron. La nueva administración norteamericana siguió reconociendo a Guaidó como presidente provisional de Venezuela y reiteró que apoyaría un cambio a la brevedad posible. Es decir, siguió la misma línea, posiblemente, con menor beligerancia que la de su predecesor.

Para ese efecto, es evidente que Biden necesita a Colombia como aliado fundamental. Ningún otro país del continente, ni siquiera Brasil, puede tener la misma condición que el nuestro. Sin embargo, hasta este momento no parece que, en un corto plazo, el régimen de Maduro pueda ser desplazado.

Otro aspecto sobre el que la administración Biden estará pendiente es el de los derechos humanos. Independientemente de sus causas, el asesinato de desmovilizados y de líderes sociales, por parte de grupos armados, constituye un aspecto de especial preocupación para el nuevo gobierno estadounidense.

En consecuencia, no interesa que la mayor parte de estos desafortunados hechos se deriven del problema del narcotráfico. Siempre habrá “expertos” que tácitamente culpen al gobierno de la incapacidad e incluso en algunos casos de complicidad.

Biden apoyó en su momento el acuerdo de paz con las FARC y lo va a seguir haciendo. Se comprometió con eso. Como miembro de la Comisión de Relaciones Exteriores del Congreso avaló el Plan Colombia, pero por su iniciativa se establecieron una serie de limitaciones para el uso de equipo militar suministrado por los Estados Unidos, de manera que solo podría ser utilizado para las labores de represión del narcotráfico y no para acciones contra los grupos armados. Esa disposición generó, en su momento, un complejo problema para las autoridades de nuestro país.

Finalmente, el medio ambiente y la conservación de los recursos naturales, en un país de tanta biodiversidad y que comparte con otros estados la región amazónica, van a estar bajo la lupa de los Estados Unidos. Ya se han dado las primeras diferencias entre el mandatario norteamericano y el presidente Bolsonaro de Brasil respecto de la Amazonia.

En fin, no es probable que con el presidente Biden se vayan a dar demasiadas modificaciones en las relaciones colombo-norteamericanas. Cambiará el estilo, pero no el fondo.

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