En un fin de semana quedaron enclaustrados unos 23,4  millones  de  estudiantes de educación superior  y  1,4  millones de docentes en América Latina y el Caribe; y muchos estudiantes provenientes de zonas rurales que volvieron a sus lugares de origen encontraron condiciones  de  conectividad limitada respecto de las que tenían cerca de sus lugares de estudio. Lo mismo ha ocurrido en la educación primaria y secundaria.

La pandemia ha afectado de una u otra manera a las 296 Instituciones de Educación Superior (IES) de Colombia y ha obligado a sus más de 2.400.000 estudiantes, así como al personal administrativo y docente, a adelantar las labores académicas desde sus residencias, convertidas ahora en sitio de teletrabajo de los padres y aula de clase de los hijos, a veces compartiendo el equipo informático, aunque no todos los hogares disponen del equipo y de acceso a internet.

Los efectos sobre los calendarios académicos son globales: se han cancelado, por primera vez en la historia, los exámenes del Bachillerato Internacional (IB), se han suspendido los exámenes de marzo y mayo de la prueba de acceso a muchas instituciones en Estados Unidos y otros países, y China canceló los exámenes SAT, TOEFL, GRE y GMAT, en tanto que 11 millones de aspirantes a ingresar a la educación superior en Corea del Sur, Indonesia, China y Hong Kong han visto pospuesto su ingreso. (Organización de las Naciones Unidas para la Educación la Ciencia y la Cultura, 2020)

Los docentes

Una reciente encuesta de la Asociación Colombiana de Universidades (Ascun), en la que los profesores respondieron sobre varios aspectos relacionados con el ejercicio de su labor en medio de la pandemia, pasando por factores económicos, emocionales, de salud  y profesionales, concluyó que 88 % de los docentes creen que su carga laboral ha aumentado y se declaran más cansados.

En la encuesta participaron en total 5.546 profesores de 67 instituciones asociadas a Ascún, de los cuales 1.963 dictan clase en universidades públicas, 3.480 en privadas y 103 en establecimientos educativos no pertenecientes a la organización, y si antes de la pandemia solo el 4 % dictaban clase de forma remota, con la llegada de la COVID-19 pasaron al 94 %. El 71 % de los menores de 30 años considera que tiene un buen desempeño tanto de manera presencial como remota, mientras que en los mayores de 60 años ese porcentaje desciende al 46 %.

Los profesores también han tenido que recurrir a diferentes herramientas tecnológicas: el 85 % manifestó que utiliza encuentros virtuales con sus estudiantes y el 74 % refuerza sus clases con el envío de material académico en archivos de texto y presentaciones con diapositivas. De igual manera, los grupos virtuales son usados por casi la mitad de los docentes (49 %) y otras estrategias han sido el envío de grabaciones de video (45 %), tutorías (32 %), y grabaciones de audio y mensajes de voz (26 %). (Diario El Tiempo, 2020)

Respecto de las condiciones físicas, mientras el 56 % expresa que su actividad física ha sufrido una  desmejora,  la  inmensa mayoría (95 %) sostiene que se encuentra en buenas condiciones. Las nuevas exigencias de su trabajo en casa han llevado a que el 47 % manifieste una mayor sensación de cansancio como resultado de una mayor carga en horas de trabajo (reportado por el 88 % de los consultados) y en labores domésticas (73 %). Entre tanto, el 26 % reporta aumento en la sensación de aislamiento o soledad y el 24 % aumento de irritabilidad. (El Tiempo, 2020).

Los alumnos

La misma Ascún reveló que apenas el 31 % de los estudiantes se encuentra satisfecho con su proceso de aprendizaje durante el aislamiento, y entre los principales problemas identificados por los alumnos está su interacción con los docentes (38 %), así como la interacción en las clases por medio de plataformas tecnológicas, entre otras.

La salud mental de los estudiantes universitarios en el país ha sufrido un serio impacto a causa del confinamiento, que afecta de manera directa aspectos como su autoestima y la manera de relacionarse con los demás, así como su rendimiento académico. Al menos 55 % de los estudiantes señalan que se encuentran más irritables o tristes que antes del aislamiento, el 48 % ha experimentado fuertes sentimientos de soledad, el 38 % manifiesta problemas para encontrarle sentido a la vida y el 34 % reconoce un deterioro en su autoestima.

A esto se suman problemas de depresión, que se han visto reforzados con el temor de que miembros de su familia contraigan COVID-19 (56 %) o que sean los mismos estudiantes quienes empeoren en sus condiciones de salud (46%). En esa encuesta, en la que participaron 15.841 estudiantes de 78 Instituciones de Educación Superior (IES) en 25 departamentos del país, el 48 % asegura que sus hábitos de sueño han desmejorado, mientras que el 50 % manifiesta problemas para organizar su tiempo de estudio y demás actividades. También se han incrementado los problemas de pareja (35%).

La virtualidad llegó para quedarse

Como lo ha expresado Alejandro Gaviria, rector de la Universidad de los Andes, no parece probable que la virtualidad vaya a sustituir plenamente las clases presenciales, aunque cabe advertir que en posgrado la virtualidad va a ser dominante en competencia global con universidades de todo el mundo. Pero en el pregrado los estudiantes demandan presencialidad, pues las interacciones por fuera del aula, las conversaciones con los compañeros, el trabajo práctico, el desarrollo del pensamiento crítico en el contexto global necesitan presencialidad. (Rueda, 2020)

Ello coincide con lo expresado por el Nobel de Economía Paul Krugman, quien afirmó que “algunas   actividades pueden realizarse con bastante facilidad en línea. La educación no es una de esas actividades. Ahora tenemos evidencia abundante que confirma algo que ya sospechábamos: para muchos estudiantes no  hay  sustituto  para la experiencia física de estar en un salón de clases”. (Krugman, 2020)

Matrículas

Frente al pedido de devolver parte de las matrículas pagadas, el rector de la Universidad de los Andes no lo encuentra razonable porque los costos para las universidades no han disminuido sino que, por el contrario, los gastos de personal siguen corriendo, además de los gastos para fortalecer la virtualidad. Esa universidad ha tratado de congelar gastos no esenciales y decidió des-ahorrar el 10 % del Fondo Financiero para entregar a los estudiantes alivios y rebajar 10 % de la matrícula a quienes lo necesiten. Además de no despedir a ninguno de los 800 profesores de tiempo completo, sus contratos se convirtieron a término indefinido. (Rueda, 2020)

Pedagogía

Con el uso intensivo de plataformas virtuales se ha intentado continuar el aprendizaje   y ello ha requerido gran audacia, pero por lo intempestivo de la pandemia no pudo ser planificado. Los resultados sugieren que, a escala global, las principales preocupaciones de todas las personas son el aislamiento social, las cuestiones financieras, la conectividad y la situación de ansiedad.

En Latinoamérica, las preocupaciones se refieren a la conectividad, a cuestiones financieras y a dificultades para mantener un horario regular, lo cual puede explicarse porque la enseñanza preexistente no fomentaba la autorregulación de los aprendizajes. (Byrne, 2020) La actual coyuntura ha puesto de presente que las fórmulas tradicionales de educación a distancia, en las que el profesor imparte una clase ordinaria en formato tradicional y la misma se retransmite, son más apreciadas porque reproducen la dinámica tradicional. Los intentos por cambiar radicalmente esas formas de funcionamiento, sin ningún entrenamiento, han generado escepticismo sobre todo en los estudiantes de pregrado, que estaban menos preparados para cambiar de modalidad.

Paradójicamente, la educación a distancia, cuya eficacia está plenamente probada, no ha sido utilizada en la dimensión que se pudiera y el único país donde el gobierno ha recordado la importancia de medios como la radio y la televisión ha sido México, país con larga tradición en este ámbito, sobre todo a través de la Telesecundaria.

En otras regiones, particularmente en África, se ha recurrido a la televisión (Laaser & Toloza, 2017; Xiao, 2018). En el caso de las universidades brasileñas, mientras el 97 % de las privadas contaban con un sistema de educación a distancia que cubría todos los cursos, en el de las públicas era solo del 39 %. (Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura, 2020)

De la reapertura a la reestructuración

Hacia el futuro habrá que compensar las pérdidas en aprendizajes y pensar en los estudiantes más vulnerables para combinar actividades presenciales y no presenciales, como tutorías individualizadas; grupos para nivelar materias críticas por su carácter instrumental, y escuelas de verano (o de invierno) que ofrezcan seminarios compensatorios.

Hay un gran potencial de teléfonos celulares como herramientas de comunicación y de aprendizaje, junto con acompañamiento socioemocional a los estudiantes. En la mayor parte de los países, los estudiantes de educación superior cuentan con dispositivos, pero su uso en el aula ha sido proscrito. Será necesario facilitar el acceso a equipos, a conectividad móvil y recuperar programas de radio y televisión y digitalizarlos para que sean accesibles a través de canales educativos como podcasts. (Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura, 2020)

Como el retorno a las aulas será gradual  y combinará presencialidad con trabajo remoto, cobra máximo interés el hecho de que las carreras de pregrado de modalidad virtual tienen una tasa de deserción dos veces más alta que las carreras presenciales. Así lo señala un reciente informe del Laboratorio de Economía de la Educación (LEE) de la Universidad Javeriana, el cual encontró que 67 % de los estudiantes en modalidad virtual no terminan sus estudios. (Chacón, 2020)

Alternativas en la educación

LEE asegura que la virtualidad es una oferta que ha tomado relevancia en los últimos años, antes de la llegada de la COVID-19. De hecho, sostiene que algunas instituciones ya eran expertas en el tema, mientras que otras han tenido que migrar tras la pandemia. Actualmente, en el país están registrados solo 416 programas virtuales, un número bajo comparado con los programas presenciales. De ellos, la mayoría son dedicados a temas de economía, contaduría, administración y áreas afines (47 %). A esto se suma que en la actualidad solo el 7 % de los estudiantes universitarios, técnicos y tecnólogos adelantan sus estudios por medio de la virtualidad.

Pero el retorno a la presencialidad, así sea parcial, plantea interrogantes que no se han resuelto y que dependen en gran medida de lineamientos que deben establecer las autoridades.

Por ejemplo, como lo ha planteado el rector de la Universidad Externado, Juan Carlos Henao, se requiere poder conseguir termómetros que midan una afluencia grande de público, arcos que registren temperatura, los cuales deben solicitarse seis semanas antes para que lleguen al país. Además: “No pueden todas las universidades empezar clases a las ocho de la mañana”... ¿Cuáles son los horarios? ¿Qué porcentajes de ocupación vamos a tener? Antes de abrir hay que definir todo ese tipo de temas. En resumen, aun si se está a favor de  las clases presenciales, deben ser dosificadas y con medidas extremas de bioseguridad,  pero no abolirlas. De modo que hay que recuperar, con buenas medidas de bioseguridad y lentamente, la presencialidad en las universidades, pero para eso faltan directrices precisas del gobierno. (Rueda, ¿Llegó la hora de regresar a las clases presenciales?, 2020)

Valor de la presencialidad

Harry Ashworth, estudiante de primer año en Oxford, decía que “académicamente se siente menos motivado en virtualidad, y estando en casa no siente la misma inspiración que cuando se entrevista con su tutor de modo presencial: ‘Estar sentado frente al computador atendiendo a las clases ha sido un cambio muy brusco, pero lo más estresante es la pérdida de la vida social’”. (Wakefield, 2020).

Las  universidades  han  movido  “cielo  y tierra” para continuar las clases, pero se equivocan quienes creen que las clases virtuales son suficientes. Ahora corresponde analizar cómo reconvertirnos y encontrar diferentes vías para compartir la información (podcasts, videos, artículos), advirtiendo que no se trata solo de transmisión de información, sino de promover la formación de las diversas competencias bajo el autocontrol de cada alumno con el apoyo del docente. En particular, se debe promover la interacción entre los alumnos, aun por medio virtual.

Shai Reshef, presidente de Online-only University of the People (UoPeople) sostiene que no es aceptable que el profesor pase a   la plataforma virtual y hable dos horas. Los estudiantes se  han  adaptado  bastante  bien a la modalidad online, pero todos añoran el retorno al reencuentro con sus compañeros en forma presencial y comienza a aparecer el fenómeno de que, en medio de la pandemia, muchos estudiantes se cuestionan si debieran cambiar de carrera y la demanda por cursos online se triplicado en áreas como negocios, idiomas, salud mental.

Ahora se cuestiona si el modelo de pago de altas matrículas será viable en la pospandemia, con las restricciones económicas que se van a heredar de la crisis y por eso se cree que habrá que avanzar hacia modelos híbridos entre virtualidad y presencialidad, pero resulta claro que, aun si se retoma la presencialidad, tocará mantener el distanciamiento social.

Los sistemas llamados Moocs (massi- ve-open-online-courses) fueron considerados revolucionarios en sus orígenes, pero cada vez más queda en evidencia su bajísimo nivel de retención y, por ejemplo, un estudio del MIT encontró un nivel de retiros del 96 %, aunque en las actuales circunstancias, universidades como Manchester han decidido colocar gran parte de su oferta educativa disponible en la red, pero resulta obvio que en carreras como medicina, sin presencialidad, eso es inviable. (Wakefield, 2020)

Uruguay, un ejemplo notable

El Plan Ceiba fue la estrategia que desde hace una década equipó a todos los estudiantes y docentes de colegios públicos de Uruguay con computadores e internet. Gracias a ello y a una apuesta pedagógica virtual, este país se convirtió en un ejemplo para la región al encarar la emergencia por COVID-19.

Tal como ha explicado el presidente de dicho plan, Leandro Folgar, en 2009 ya el 100 % de sus estudiantes de colegios públicos era dueño de un dispositivo con el que podía conectarse gratis a internet desde su centro educativo, de modo que esa política de Estado puso a este país a la delantera en materia de virtualidad.

Ello, unido a la fortaleza del sistema de salud pública, consolidado durante los gobiernos del Frente Amplio, permitió que la pandemia no golpeara tan fuerte a sus alumnos. Muy pronto comenzó la reapertura de las instituciones y se constituyó en el primer país del continente en dar ese paso. (Taborda, 2020)¡Entretanto, la mayoría de países no estábamos en condiciones para ofrecerla!

Impactos a escala internacional

2017, la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) estimó que más de 5,3 millones de estudiantes estudiaban fuera de los territorios de los que eran nacionales, siendo China el remitente número uno de estudiantes (928.000) al extranjero. En diversos países, los sindicatos docentes son resistentes a la enseñanza en línea con el argumento de que no tiene la misma calidad, además de la preocupación por posibles despidos o reducciones de beneficios salariales para sus afiliados.

En Argentina, lo mismo que en Brasil, Colombia, Costa Rica, Honduras, México y Uruguay, numerosas universidades nacionales han comenzado a prestar servicios y producir bienes necesarios para afrontar el impacto de la pandemia. Por ejemplo, varias han comenzado a producir alcohol en gel, tapabocas y respiradores. Casi todas desarrollan campañas de promoción de medidas de prevención.

En Argentina, lo mismo que en Brasil, Colombia, Costa Rica, Honduras, México y Uruguay, numerosas universidades nacionales han comenzado a prestar servicios y producir bienes necesarios para afrontar el impacto de la pandemia. Por ejemplo, varias han comenzado a producir alcohol en gel, tapabocas y respiradores. Casi todas desarrollan campañas de promoción de medidas de prevención.

Algunas respuestas de alcance social

La Universidad del Atlántico aprobó un subsidio del 100 % en el valor de la matrícula para los estudiantes de estratos 1 y 2, junto a los descuentos del 50% para jóvenes provenientes de estratos 3 y 4, y del 25 % para quienes sean de estratos 5 y 6. Los recursos para cubrir esta inversión provienen del Ministerio de Educación Nacional, que aportará 840 millones de pesos; la universidad aportó 1.700 millones y la gobernación destinó 1.700 millones de pesos. “Los jóvenes del Atlántico son lo primero, y lo estamos ratificando a través de este gran esfuerzo", expresó la gobernadora Elsa Noguera. (Las 2 orillas, 2020)

La Universidad Externado de Colombia entregó a los estudiantes 120 computadores, 203 SIM cards para apoyo en internet y 119 mercados a estudiantes de poblaciones especiales con necesidades económicas. Para el segundo semestre, el consejo directivo de la universidad aprobó ayudas especiales como el descuento del 15 % de matrícula a los estudiantes de pregrado y posgrado que lo soliciten; un 5 % de descuento adicional por pronto pago, y se permitieron pagos en cuotas del semestre.

En cuanto al Programa de Becas Crédito, se abrieron 200 cupos para nuevos alumnos y por este semestre se ampliaron 75 cupos para estudiantes antiguos de pregrado.

La Universidad Distrital aprobó la financiación total de la matrícula para todos los estudiantes de pregrado de la institución, con el fin de evitar problemas de deserción en estratos menos favorecidos. La alcaldesa Claudia López insistió en que se debe mantener el bono alimentario y el programa de tabletas con  “recursos  disponibles,  que  ya  hemos asignado y girado, más que suficientes para cubrir los desafíos de matrículas cero; esos son aportes de los bogotanos”.

Dilemas éticos en la pandemia

El temor al contagio está produciendo una segregación obligatoria, hay angustias anticipatorias y ha sido necesario cierto grado de abolicionismo social.

Por eso, aun ante el imperativo de protegernos, debemos mantener el principio de que la abolición del prójimo es un peligro ético para la humanidad, y que la educación debe mantener una pedagogía que, pese a la virtualidad, evite la parálisis relacional. No abolir al prójimo en la vida social, este es un peligro real si se extienden y mantienen medidas que puedan llegar a ser muy fundamentalistas de aislacionismo social.

Además, la pandemia puede ser un motivante de la “resignificación” de muchas dimensiones de la vida. “¿Qué es lo que vale la pena… mermarle al ritmo, cuestionar la obsesión por lo económico y por la acumulación que no tiene sentido? Esa resignificación, que nos está abriendo más espacios al arte, a la música, a la vida familiar nos está haciendo volver a pensar en ser genuinos, honestos, confrontacionales en el sentido positivo. Eso es la resignificación… Volverle a dar significado a la vida de los seres humanos, con unos principios más claros”. (Rueda, 2020)

* Vicepresidente de la Academia Colombiana de Ciencias Económicas, profesor emérito de la Universidad Nacional de Colombia, profesor titular de la Universidad Externado de Colombia y estudiante de posdoctorado de la Universidad de Columbia en Nueva York. Columnista de Portafolio

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