LA TRANSICIÓN ENERGÉTICA se refiere al proceso de cambio de fuentes de energía y tecnologías utilizadas en una sociedad, con el objetivo de reducir la dependencia de combustibles fósiles, mitigar el cambio climático y avanzar hacia un sistema energético más sostenible, eficiente y limpio. Está intrínsecamente vinculada al desarrollo económico y tiene una serie de impactos significativos en el desarrollo sostenible de una sociedad. En la gráfica se presentan algunas formas en las que la transición energética y el desarrollo están interconectados (gráfica 1).

En resumen, la transición energética y el desarrollo están estrechamente relacionados. Una transición exitosa hacia fuentes de energía más limpias y sostenibles puede tener un impacto positivo en la economía, el empleo, la calidad de vida y la resiliencia de una sociedad. Además, es un paso importante para abordar los desafíos globales del cambio climático y la degradación del medio ambiente.

En la actualidad, el mundo se encuentra en una carrera contrarreloj para reducir su dependencia de los combustibles fósiles y evitar así el aumento de la temperatura en 1,5 °C, que traería consecuencias catastróficas para el mundo1. Se estima que para lograr la meta de cero emisiones netas antes de 2050 es necesario aumentar, de forma veloz, el suministro de energías de baja emisión de carbono y, al mismo tiempo, disminuir el uso de combustibles fósiles.

Es por esto que se requieren no sólo las energías solar y eólica para la transición, sino bioenergía e hidrogeno verde; pero no sólo con la producción de nuevas fuentes bastará para detener la contaminación, también se deberá pensar en sistemas de captura de carbono para poder descontaminar el medio ambiente2.

Con el fin de lograr la neutralidad del carbono en el 2050, Colombia ha adquirido el compromiso de la transición energética con el fin de combatir el cambio climático. Mediante la Ley 2099 de 2021, por medio de la cual se dictan disposiciones para la transición energética, la dinamización del mercado energético, la reactivación económica del país y se dictan otras disposiciones, se establece la senda a la transición energética en Colombia, promoviendo el uso de fuentes no convencionales de energía.

>Una transición energética exitosa requiere una planificación adecuada, inversiones estratégicas, políticas públicas sólidas y colaboración entre el sector público, el sector privado y la sociedad civil.

El 29 de marzo de 2022 el Gobierno Nacional aprobó el Conpes 40753, donde se define la política de transición energética bajo cuatro pilares:

• Seguridad y confiabilidad en el abastecimiento energético;

• Conocimiento e innovación en transición energética;

• Desarrollo y crecimiento económico a partir de las oportunidades que ofrece la transición energética; y

• Desarrollo de un sistema energético que contribuya a disminuir las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI).

A través de éste Conpes la transición energética se convierte en política de Estado, quitándole la responsabilidad única al Ministerio de Minas y Energía y estableciendo una política transversal entre los ministerios de ciencia, tecnología e innovación, de transporte y de ambiente y el Departamento Nacional de Planeación. Colombia se encuentra en el proceso de masificación de las nuevas energías, tanto eólicas como solares en toda la costa Caribe, colocándolo en el puesto 13 en el listado de la OCDE4, como uno de los países con mejor desempeño en la transición a energías limpias.

La matriz energética en Colombia

El sector minero energético en Colombia se compone, como cualquier otro mercado, de dos elementos principales: la oferta y la demanda. Por el lado de la oferta, con tres subsectores: el subsector de energía eléctrica, que comprende todas las actividades de generación, transmisión, distribución y comercialización del fluido eléctrico; el subsector de minería; y el subsector de hidrocarburos, que abarca actividades de exploración, procesamiento, transporte, refinación y distribución de combustibles líquidos y gaseosos.

En el subsector de energía eléctrica la actividad de generación comprende tres tipos: la hidráulica, la térmica y las fuentes no convencionales (solar y eólica, principalmente). La hidráulica y las no convencionales constituyen fuentes no contaminantes mientras que la térmica contribuye a la emisión de gases al usar como combustible carbón, gas natural y otros (diésel).

El subsector de hidrocarburos principalmente explota y produce petróleo (y sus derivados como diésel, gasolina, gasóleo, productos petroquímicos, entre otros), gas y biocombustibles. En el subsector de minería, se destaca la producción de energéticos como el carbón, entre otros productos.

Los energéticos primarios se extraen directamente de la naturaleza como el petróleo, carbón mineral o gas natural; y los energéticos secundarios provienen de procesos de transformación de la energía primaria tales como los combustibles líquidos y el coque, o incluso de un energético secundario, como la energía eléctrica generada a partir de combustibles líquidos 5.

Por el lado de la demanda de energía, después de descontar los procesos de transformación y de intercambio, encontramos a los consumidores finales, dentro de los cuales figuran como principales el sector transporte (carretero, urbano, aéreo, fluvial y marítimo), el industrial, el residencial y el comercial. El primero es altamente intensivo en el uso de combustibles fósiles tales como diésel, gasolinas, gasolina de aviación, entre otros, y poco intensivo en el uso de fuentes menos contaminantes como la electricidad.

El sector industrial se caracteriza por usar fuentes energéticas como el carbón, los derivados del petróleo, gas natural y la electricidad; mientras que el sector residencial utiliza mayormente la electricidad como fuente energética, el gas natural y en las zonas rurales todavía hay un uso importante de la leña.

El siguiente cuadro muestra para el 2022 la matriz energética de Colombia, de la cual podemos establecer varias conclusiones:

Cuadro 1. La matriz energética en Colombia

a. De la producción primaria de energía (medida en terajoules o terajulios) producida en el 2022 el 54,3% se exporta, el 35 % se destina procesos de transformación dentro de las mismas industrias productoras de energía y sólo el 11 % se consume en el país. De lo anterior se desprende que buena parte del potencial energético primario no satisface la demanda interna, por lo que su utilización no genera afectaciones ambientales directas en el país, no obstante, su explotación, procesamiento y disposición conlleva importantes efectos ambientales negativos.

b. La producción primaria energética está altamente concentrada en los minerales y los hidrocarburos (carbón, petróleo y gas natural) representando el 88 % del total, mientras que las fuentes renovables no convencionales (viento y sol) se encuentran rezagadas representando sólo el 0,22 % del total.

c. La producción secundaria de energía en Colombia en el 2023 se encuentra altamente concentrada en los derivados del petróleo (diésel y gasolina) con el 58 %, mientras que la electricidad sólo representa el 20 %.

>Se estima que para lograr la meta de cero emisiones antes de 2050 se requieren no sólo las energías solar y eólica para la transición, sino bioenergía e hidrogeno verde.

Los datos de consumo final de energía en Colombia en el 2022 se muestran en el cuadro No. 2:

cuadro 2. Consumo de energía en Colombia

>Los ingresos tributarios generados por el sector hidrocarburos, en la vigencia 2022, representaron el 0,6 % del PIB, esperando que para el cierre fiscal del 2023 se encuentre sobre el 0,9 %; mientras que los ingresos no tributarios para la vigencia 2022 se ubicaron en el 1,1 %, con la expectativa de que al finalizar la vigencia 2023 estén en el 1,5 %.

Varias conclusiones relevantes se pueden extraer de esta información:

a. El sector transporte es el mayor consumidor final de energía con el 52,8 % del total, seguido por el sector de fabricación, construcción e industrias extractivas de no combustibles con el 21,2 % y otros sectores (residencial y comercial, principalmente) con el 26 % restante.

b. El sector transporte depende intensivamente de fuentes de energía derivadas de los combustibles fósiles tales como gasolina y diesel, que representan el 89,4 % y el 47,2 % del consumo del sector y del total, respectivamente.

c. La electricidad, como energético secundario, tiene muy poca relevancia en el consumo final del sector transporte, representando sólo el 0,2 %, mientras que para otros sectores (residencial y comercial) explica el 51 % del consumo de energía.

Fuentes de emisión de gases de invernadero

El gas de efecto invernadero más conocido es el dióxido de carbono (CO2). Este ingresa a la atmósfera por la quema de combustibles fósiles como el carbón, el gas natural y el petróleo, o de residuos sólidos y materiales biológicos; además, por ciertas reacciones químicas, como la producción de cemento. El 80 % del CO2 permanece en la atmósfera hasta 200 años, mientras que el 20 % restante resiste hasta 30.000 años. El gas contribuye con algo más del 53 % al calentamiento global6 .

El efecto invernadero es la forma en que el calor queda atrapado cerca de la superficie de la tierra; se podría pensar que estos gases atrapan el calor como una manta que envuelve a la tierra, manteniendo el planeta más cálido. Los gases de efecto invernadero incluyen dióxido de carbono, metano, óxidos nitrosos y vapor de agua. Se ha determinado que el efecto de calentamiento del dióxido de carbono ayuda a estabilizar la atmósfera terrestre. El nivel de dióxido de carbono en la atmósfera ha estado aumentando constantemente durante décadas y atrapa el calor adicional cerca de la superficie de la tierra, lo que hace que aumenten las temperaturas7.

Colombia frente al efecto de invernadero

En Colombia, un ciudadano promedio puede emitir cerca de 1.6 toneladas de CO2 al año8, lo cual es un promedio alto si se quiere llegar a la meta de reducir en un 51 % estas emisiones para el año 2030 con el fin de mitigar el efecto invernadero. El Gobierno Nacional ha dispuesto de todos los medios en materia ambiental dirigidos a la población, es por ello que el Ministerio de Ambiente, dentro de sus proyectos, fomenta campañas sobre educación en cambio climático, con motivo de la conmemoración del Día Mundial por la Reducción de las Emisiones de CO2, que se celebra cada 28 de enero. La huella individual es una medida asociada a la cantidad de CO2 que puede generar una persona diariamente con las actividades relacionadas con el consumo de energía, agua, transporte y alimentación, entre otras.

Aportes macroeconómicos y fiscales del sector

Es innegable la importancia que tiene el sector minero energético dentro de la economía colombiana y las finanzas públicas del orden central y territorial. Esta importancia relativa puede atribuirse a la incapacidad secular del aparato productivo de generar una matriz de producción diversificada compleja y entrelazada que le permita desarrollar actividades de alto valor agregado, de empleos estables y de calidad y de vocación exportadora. Sin ser un país con grandes reservas de hidrocarburos y de minerales (con excepción tal vez del carbón térmico) la explotación, producción y exportaciones de estos productos tienen aún gran impacto en variables claves de nuestra economía.

>La explotación, producción y exportaciones de carbón tiene un gran impacto en nuestra economía.

Gráfica 2. Contribuciones Sector Minero Energético

>El exministro Mauricio Cárdenas se refirió al costo de la transición energética en Colombia, estimando que llegaría a oscilar entre el 8 % y el 11 % del PIB por año, lo que representa más de 120 billones de pesos, mientras que a Estados Unidos y Europa les cuesta 6 % del PIB al año.

El sector minero-energético desempeña un papel crucial en la economía colombiana. En 2021, la explotación de minas y canteras y la actividad industrial de fabricación de productos provenientes de la refinación del petróleo, representaron el 9,6 % del total de la actividad económica.

En términos de comercio exterior, en 2021 el 32,6 % del total de las exportaciones correspondió al petróleo y sus derivados. Sin considerar el 2021 que fue atípico, por efectos de la pandemia, los excedentes financieros que el GNC recibe de Ecopetrol fueron tan cuantiosos como en el 2020 cuando ascendieron a $6.5 billones. El sector minero energético aportó a las regiones $33 billones en regalías, que se destinaron en el último bienio a proveer agua potable, salud, educación y alcantarillado.

Los ingresos totales del Gobierno Nacional por concepto de explotación de hidrocarburos, como porcentaje del PIB para 2022, fueron de 1,7%; se espera que para el cierre del 2023 estén sobre el 2,8% con un crecimiento de 1,1 puntos porcentuales frente al año anterior.

En cuanto a los ingresos tributarios generados por el sector hidrocarburos, en la vigencia 2022 representaron el 0,6 % del PIB, esperando que para el cierre fiscal del 2023 se encuentre sobre el 0,9 %; mientras que los ingresos no tributarios para la vigencia 2022 se ubicaron en el 1,1 %, con la expectativa de que al finalizar la vigencia 2023 estén en el 1,5%. A partir del 2024 se espera un descenso en los Ingresos totales por petróleo, tanto en los ingresos tributarios como en los no tributarios.

De acuerdo con la DIAN, el recaudo tributario de 2022 fue de $228.60 billones, por lo que solo el petróleo habría aportado 7,9 % de todo el recaudo (cuadro No. 3)

Después de un periodo de repunte en los precios del petróleo, observado entre el 2022 y 2023, se espera que los dividendos de Ecopetrol retornen a los niveles normales del 0,4 % PIB, reduciendo los excedentes que transfiere a la Nación.

Riesgos y oportunidades de la transición energética

La transición del consumo de combustibles fósiles a energías limpias se ha convertido en la meta de todos los países que son conscientes de que para el 2050 ya se habrán agotado los recursos fósiles y deberán estar preparados pasa sustituir esta fuente de energía.

Cuadro 3. Ingresos Totales Petroleros GNC % PIB

Por esta razón es urgente implementar una política de transición energética que no solo disminuya el impacto en la naturaleza, sino que le permita avanzar al país en materia económica. Colombia, como país en vía de desarrollo, no estará exento del impacto climático en la economía, por lo que debe realizar un cambio en la producción de energías para no quedar inmersos en un sistema obsoleto que obstaculice el crecimiento. La transición energética no es una corriente de pensamiento que pretenda conservar el medio ambiente, manteniendo una producción media que no consuma ni genere sobrantes de carbón.

Por el contrario, puede generar altos beneficios económicos para el país motivando la innovación tecnológica, impulsando el crecimiento de la competitividad en la producción de bienes y servicios, aumentando la necesidad de personal más calificado para atender la producción, lo que finalmente se refleja en el cierre de brechas sociales y la disminución del desempleo.

Esta nueva era de producción energética presenta grandes desafíos para el país, como el hecho de no contar con capacidad técnica ni económica para crear proyectos de alto impacto en el ecosistema, así como no disponer de una infraestructura adecuada que esté lista para el cambio de fuentes de energía. Por este motivo, es indispensable calcular los costos en que incurriría el país por ese cambio de fuentes y analizar el impacto macroeconómico que tendría en la economía, que inicialmente podría incrementar los costos de producción, los cuales serían trasladados al consumidor final, generando en un primer momento un efecto inflacionario que puede ser combatido con la implementación de políticas públicas que permitan, con el paso del tiempo, atenuar ese impacto.

>Una transición energética en Colombia podría tener algunos posibles retos en su estructura financiera. Se requieren inversiones en nueva infraestructura como parques eólicos, plantas solares y modernización de la red eléctrica.

Es importante destacar que una transición energética exitosa requiere una planificación adecuada, inversiones estratégicas, políticas públicas sólidas y colaboración entre el sector público, el sector privado y la sociedad civil. Cuando se gestiona de manera efectiva, la transición energética puede ser un motor de desarrollo económico y social sostenible, al tiempo que contribuye a la mitigación del cambio climático y la preservación del medio ambiente.

De igual manera, la transición energética puede tener un impacto significativo en el presupuesto público, cuya magnitud y dirección dependen de factores como la forma y el tiempo en que dure la transición, las políticas gubernamentales que se adopten y la composición de la matriz energética.

En el contexto de una transición energética, nuestro país podría tener algunos posibles retos en su estructura financiera. Se requieren inversiones en nueva infraestructura como parques eólicos, plantas solares y modernización de la red eléctrica, lo cual podría requerir subsidios o inversiones gubernamentales adicionales para compensar la diferencia y garantizar un suministro de energía. Esta transición puede aumentar los gastos de inversión del Gobierno y, en consecuencia, afectar el presupuesto.

Otro factor que podría verse afectado sería el de los incentivos fiscales toda vez que el gobierno puede ofrecerlos a las empresas y proyectos que adopten tecnologías más limpias. Esto podría disminuir los ingresos fiscales en el corto plazo, aunque se espera que en el largo plazo las inversiones en energías limpias contribuyan a la creación de empleo y al crecimiento económico. Adicionalmente, se tendrían menores ingresos por energías fósiles, implicando una reducción en la dependencia de fuentes de energía basadas en combustibles como el carbón, lo que puede llevar a una disminución de los ingresos gubernamentales asociados con la explotación y exportación de estos recursos naturales.

>La transición energética puede tener un impacto significativo en el presupuesto público, cuya magnitud y dirección dependen de factores como la forma y el tiempo en que dure la transición, las políticas gubernamentales que se adopten y la composición de la matriz energética.

Indudablemente, la transición energética conlleva una serie de beneficios positivos que influyen en diversos aspectos de la sociedad, la economía y el medio ambiente. A pesar de los costos iniciales, la transición energética tiene el potencial de reducir los costos de generación de energía a largo plazo y disminuir la exposición a la volatilidad de los precios de los combustibles fósiles. Esto podría incluso liberar recursos en el presupuesto que anteriormente se destinaban a subvencionar los costos de energía.

Igualmente, se considera que se pueden generar y crear nuevos empleos formales, mediante la inversión en proyectos de energías renovables en el sector de la construcción y la operación de proyectos energéticos limpios.

También podría tener un impacto positivo en los ingresos fiscales, a través de la recaudación de impuestos sobre la renta, la seguridad social y el sistema pensional. Sin duda, esta transición puede contribuir al desarrollo económico de regiones específicas del país, especialmente aquellas con recursos naturales para la generación de energía renovable y, adicionalmente, garantizar inversiones gubernamentales en infraestructura y servicios.

Marco fiscal de mediano plazo

Las proyecciones del Marco Fiscal de Mediano Plazo (MFMP) pueden verse influenciadas por diversos factores, incluidos los ingresos derivados de los combustibles fósiles, que suelen depender de los precios internacionales del petróleo, el carbón y otros recursos naturales. La dependencia de estos ingresos puede hacer que el presupuesto y las proyecciones fiscales sean vulnerables a las fluctuaciones en los precios de los commodities.

Ahora bien, en el caso de una reducción de la producción de petróleo y carbón, generaría una contracción del PIB de largo plazo, arrojando como consecuencia menores niveles de inversión del aparato productivo, así como un incremento en las necesidades de financiamiento, como consecuencia de un mayor déficit fiscal y de cuenta corriente.

Esta política de reducción del uso de combustibles fósiles registraría, en un primer momento, una disminución de los ingresos del Gobierno vía regalías y, por consiguiente, en un futuro cercano se reducirían los gastos de las empresas extractivas, tanto los de inversión en capital como los operacionales, lo que implicaría menor generación de empleo y menos uso de tecnología.

Como consecuencia de esta reducción, se tendría una afectación sobre el capital humano y la economía en general, afectando, incluso, la ejecución de programas sociales y culturales apalancados por las regalías.

El Departamento Nacional de Planeación, en su estudio denominado “vulnerabilidades macroeconómicas de la transición energética”, calcula los efectos negativos de una interrupción abrupta de la producción de hidrocarburos en variables claves como el crecimiento del PIB, la balanza externa, los ingresos fiscales y la deuda pública.

Advierte que “la reducción de la producción petrolera llevaría a una contracción del PIB de largo plazo, consecuencia de unos menores niveles de inversión del aparato productivo, así como a un incremento en las necesidades de financiamiento, consecuencia de un mayor déficit fiscal y de cuenta corriente”9. La clave del estudio se centra en la gradualidad y la implementación de medidas económicas estructurales para “(…) poder mitigar, al menos parcialmente, este tipo de riesgos habría que necesariamente avanzar hacia la diversificación de la economía para reducir la dependencia del petróleo, de forma tal que se pueda ver como una oportunidad para impulsar la transición hacia fuentes de energía más limpias y sostenibles y hacia una economía sustentable y resiliente, que a su vez pueda generar nuevos empleos productivos y mejorar la calidad de vida de la población”.

>Esta transición puede aumentar los gastos de inversión del Gobierno y, en consecuencia, afectar el presupuesto. Otro factor que podría verse afectado sería el de los incentivos fiscales toda vez que el gobierno puede ofrecerlos a las empresas y proyectos que adopten tecnologías más limpias.

Por su parte, en la V Cumbre de Petróleo, Gas y Energía, realizada en la ciudad de Bogotá, en noviembre de 2022, el exministro Mauricio Cárdenas se refirió al costo de la transición energética en Colombia, estimando que llegaría a oscilar entre el 8 % y el 11 % del PIB por año, lo que representa más de 120 billones de pesos, mientras que a Estados Unidos y Europa les cuesta 6% del PIB al año.

Referencias Bibliográficas

• Balance energético colombiano. Beco. Unidad de Planeación Minero Energética. UPME.
• Energías renovables de los países de la Ocde. Portafolio.
• Piraquive, Gabriel. Hernández, Gustavo. Garay, Luis Jorge. Barbosa, Santiago. Vulnerabilidades macroeconómicas de la
transición energética. DNP, 2023.
• Política de transición energética. Documento Conpes.
• Stanley, Andrew. Finanzas y Desarrollo. Bajo la lupa. Fondo Monetario Internacional. 2022.

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