EN ESTOS DÍAS DE CRISIS ha ganado relevancia la propuesta de alguna forma de renta básica. La FAO estima que este año, en el mundo, pueden morir de hambre 265 millones de personas. Oxfam expresa, con toda razón, su indignación por la creciente concentración de la riqueza. Cada año, en Davos, les recuerda a los banqueros que la concentración de la riqueza sigue en aumento.

Aunque la renta básica se ha presentado como una solución coyuntural, vale la pena reflexionar sobre sus fundamentos, mostrando que las soluciones inmediatas que se están implementando pueden ser una prefiguración de un tipo de sociedad en donde gracias a la renta básica universal sea posible el ejercicio de la libertad para todos*.

Es conveniente hacer la diferencia entre el ideal de la renta básica universal, y las alternativas coyunturales. Además de las justificaciones intrínsecas que tienen las soluciones inmediatas, ofrecen elementos muy ricos que ayudan a examinar las potencialidades de una renta básica universal. A medida que la relación salarial se ha ido debilitando, y que el mercado laboral se ha flexibilizado, la protección del ingreso pasa a ser una prioridad.

El ideal de la renta básica universal es posible

Piensa Van Parijs que la propuesta de una reforma es exitosa si cumple con dos condiciones. Debe tener “valor ético” y “valor económico”. Y se tiene que diseñar de manera que sea percibida como justa y eficiente.

Es justa porque permite la libertad real para todos. Y es eficiente porque mejora las dinámicas del mercado en el interior de las sociedades capitalistas. Para que se cumplan ambos propósitos, la renta básica universal tiene las siguientes características: universal, incondicional, permanente y suficiente.

Es universal porque nadie debe estar excluido. Todas las personas, independientemente de su nivel socioeconómico, religión, sexo, raza, país, edad, tienen derecho a recibir el ingreso básico. La universalidad evita la selección y la jerarquización de los programas focalizados. Y elimina sesgos, ya que cualquier clasificación es arbitraria en algún sentido.

Es incondicional porque el individuo puede utilizar los recursos como lo considere conveniente. Los subsidios al desempleo en Europa tienen numerosas reglas y restricciones. Están excesivamente controlados, y el beneficiario debe cumplir numerosas exigencias. La condicionalidad restringe el ejercicio de la libertad.

Es permanente porque la transferencia se mantiene durante toda la vida de la persona, desde el nacimiento hasta la muerte. Así que es una auténtica protección social.

Y es suficiente porque el monto supera el límite de las necesidades básicas, y deja un margen razonable para la toma de las decisiones de agencia que el individuo considera valiosas.

Aunque para Van Parijs estas cuatro condiciones son justas, autores como Rawls no piensan lo mismo. En un debate entre los dos, Rawls argumenta que los recursos públicos no se deberían utilizar para financiar bienes o actividades que no sean estrictamente necesarias. En su opinión, los surfistas de Malibú no deberían recibir dineros públicos. Van Parijs no está de acuerdo, ya que únicamente se puede hablar de libertad real si la persona escoge el tipo de vida que le parece conveniente. Así que el surfista debe continuar recibiendo cada mes la transferencia.

La renta básica tiene valor económico porque favorece la eficiencia. En este “capitalismo de ingreso básico”, se logra estimular las eficiencias micro y macro. Si el trabajador tiene garantizado un ingreso, el empresario debe proponer un salario que sea atractivo. Y para lograr este propósito tiene que mejorar la productividad.

Existe una relación directa entre el mayor ingreso, y los aumentos en productividad. Keynes decía que los trabajadores que se dedican a los oficios desagradables y “nausea-bundos” deben estar mejor pagados. Y este principio se potencializa con el ingreso básico.

En estas condiciones, el empresario únicamente puede mantener su tasa de ganancia si mejora la productividad, de forma que compense el aumento del salario. Y la eficiencia macro se logra por el lado de la demanda agregada. Si las personas tienen mayor capacidad de pago, la inversión y el empleo crecen.

La financiación de la renta básica universal es posible si y solo si la tributación es progresiva. Las estimaciones muestran que los montos requeridos sí se pueden conseguir, pero el orden tributario internacional tiene que cambiar, comenzando por la eliminación de los paraísos fiscales.

Renta básica de emergencia como respuesta a la coyuntura

Esta conjunción de libertad, igualdad y eficiencia es un ideal que todavía es lejano. No obstante, los diferentes programas de renta básica de emergencia han sido una buena oportunidad para reflexionar sobre el camino que se debería seguir hacia el capitalismo de ingreso básico.

En América Latina, la Cepal1 ha mostrado la importancia de transferir ingresos equivalentes a la línea de pobreza. En Colombia también se ha puesto a la orden del día la necesidad de alguna modalidad de ingreso básico. Los dos extremos han sido la propuesta de un grupo importante de congresistas de otorgar una renta básica de emergencia2. El punto de referencia es el salario mínimo.

Estos programas han mostrado que, efectivamente, es posible llegar a cada hogar de manera directa. Es destacable la logística que ha permitido la entrega de subsidios directos. Se ha avanzado considerablemente en el manejo de las bases de datos administrativos.

Pero a diferencia de las características de la renta básica universal, estas transferencias son focalizadas, condicionadas, temporales, y el monto de recursos es limitado, y apenas ayuda a soportar la difícil situación actual. Y no se ha podido avanzar más porque en medio de la crisis el Gobierno insiste en la austeridad fiscal.

Es incomprensible que en las proyecciones fiscales que hace el Marco Fiscal de Mediano Plazo, se insista en reducir el gasto público, y estabilizarlo alrededor del 18,5 % del PIB. El tamaño del Estado colombiano es pequeño. Entre otras razones, porque la tributación es baja.

Para ir estabilizando una renta básica es necesario que los ingresos fiscales se incrementen. Y, de nuevo, este propósito se debería conseguir a través de impuestos progresivos.

Para el Gobierno no es necesario hacer cambios sustantivos. Ni siquiera la pandemia ha logrado modificar los criterios estrechos con los que se administran las finanzas públicas.

Para que la renta básica de emergencia sea una prefiguración de la renta básica universal se requiere:

i) Que de manera progresiva se vaya ampliando la cobertura, comenzando con los hogares más pobres. Es el principio leximin, que ordena las preferencias dándoles más importancia a los individuos peor situados en la escala social.

ii) También, de forma progresiva, se debe ir aumentando el valor de la transferencia.

iii) En cualquier circunstancia los subsidios transferidos no deben reemplazar los programas de protección social, ni el gasto público en educación, salud, entre otros. El subsidio no se puede convertir en una manera de desmontar los bienes y servicios públicos.

iv) Es importante continuar mejorando las bases de datos, buscando que los recursos lleguen efectivamente a quien más los necesita. La interoperabilidad de los datos administrativos es una pieza central de la focalización.

v) En lugar de continuar aumentando el número de encuestas y de formularios, se debería ir pensando en la conveniencia de una declaración de renta universal que permita precisar cada año, quiénes deben tributar y quiénes tendrían que ser beneficiarios de los subsidios.

vi) Es necesario aceptar que el Estado colombiano es muy pequeño y que las políticas sociales requieren de un mayor gasto público y, obviamente, es indispensable elevar los niveles de tributación.

vii) No se debe perder de vista que el final del camino es la creación de las condiciones que hagan posible la libertad real para todos. Este ideal debería guiar el diseño de todos los programas sociales. EC