Cuando Buitrago y Duque (2013) publicaron “La economía naranja, una oportunidad infinita” mencionaban lo que significaba la economía naranja y las oportunidades que esta podía generar para América Latina y El Caribe. Hoy ese debate, si bien ha tenido un desarrollo importante en los últimos años, deja todavía algunas aristas que pueden desarrollarse de manera adecuada en Colombia.

En primer lugar, la economía naranja puede ubicarse dentro de los bienes y servicios que tienen un fundamento en la propiedad intelectual. En ese sentido, no es un nuevo sector en el mundo, sino que debe recategorizarse con el fin de tener unas líneas de acción concretas que permitan su promoción de manera correcta.

A pesar de poder catalogar en cierto sector a la economía naranja, existen variables que hacen

compleja su definición concreta, más cuando ni siquiera organismos internacionales lo han podido hacer.

En ese sentido, hay varias definiciones cercanas que incluso pueden generar confusión en su concepto. Es así como existen acercamientos a significados como “industrias culturales”, “industrias creativas”, “industrias protegidas por derechos de autor”, “industrias de contenidos”, entre otros, los cuales han hecho posible la identificación de políticas que han desarrollado los países en el mundo, aunque en la mayoría de los casos, son acciones desarticuladas que no permiten un claro seguimiento en el impacto de dichas políticas.

El concepto de economía naranja en Colombia ha tenido un auge, dado que el Presidente de la República, Iván Duque Márquez, ha sido un amplio promotor de la misma a lo largo de su carrera. Al igual que en los países de América Latina y El Caribe, el país tiene un desarrollo incipiente en la promoción del sector. Sin embargo, se espera que tenga un impulso considerable en este cuatrienio, lo cual se empieza a evidenciar en el Plan Nacional de Desarrollo 2018-2022.

Esta decidida promoción de la economía naranja en Colombia plantea enormes retos, teniendo en cuenta el contexto económico y social del país. En primer lugar, la formalización laboral que se ha convertido en una política de Estado que ha requerido ingentes esfuerzos durante los últimos años, va a tener un gran reto con la economía naranja. De igual forma, existe un reto desde el ámbito tributario, ya que es un sector frente al que no hay una clara definición de su aporte fiscal, teniendo en cuenta que no existen mediciones concretas frente al mismo en el país. Todo esto sin contar con los desafíos que se tienen en educación, ciencia, tecnología e innovación, pilares sobre los que descansa cualquier iniciativa que se quiera realizar para promover el sector.

Definiendo la economía naranja

El primer punto controversial frente a la economía naranja es su definición, lo cual puede estar atado a su complejidad, la novedad del concepto y la flexibilidad del mismo, dada la cantidad de líneas grises que se pueden encontrar entorno a su significado. Esta dificultad es abordada por Buitrago y Duque (2013), cuando reconocen la variedad de términos que pue-den encontrarse alrededor de la economía naranja, color que fue acuñado por los pigmentos que se utilizaban en el antiguo Egipto para adornar las tumbas faraónicas, y en general es un color que distingue a la cultura, la identidad y la creatividad.

La economía naranja es definida como “el conjunto de actividades que de manera encadenada permiten que las ideas se transformen en bienes y servicios culturales, cuyo valor está determinado por su contenido de propiedad intelectual. El universo naranja está compuesto por: i) la Economía Cultural y las Industrias Creativas, en cuya intersección se encuentran las Industrias Culturales Convencionales; y ii) las áreas de soporte para la creatividad” (Buitrago & Duque, 2013, pág. 40).

En ese orden, la economía creativa que abarca la economía naranja puede comprender los sectores que tienen fundamento en la propiedad intelectual, tales como la arquitectura, artes visuales y escénicas, artesanías, cine, diseño, editorial, investigación y desarrollo, juegos, juguetes, moda, música, publicidad, software, televisión, radio y videojuegos.

De allí también se desprenden conceptos como las mentefacturas, definidas como los bienes y servicios que llevan consigo un valor simbólico intangible que supera a su valor de uso, o las kreatópolis, entendidas como las ciudades que son ejes de desarrollo de la economía naranja (Buitrago & Duque, 2013).

Igualmente, algunos de los rasgos característicos de este sector pueden encontrarse en el valor agregado de su intangibilidad, su interacción con todas las redes de valor para tener una integralidad en la economía, su concepción como un nuevo modelo de consumo, la importancia de las micro y pequeñas empresas dentro de su desenvolvimiento, el rol de las nuevas tecnologías como base para su desarrollo, y el amplio espectro sectorial que abarca, lo cual genera un amplio reto para la formulación de políticas públicas que estimulen el sector (Jal, 2015).

También, es importante reconocer la falsa dicotomía que se plantea entre la economía y la cultura, teniendo en cuenta que se presentan como contrarios en su desarrollo, generando una engañosa promoción exclusiva de las disciplinas conocidas como STEM. En parte, esto se ha debido a una dificultad de los emprendedores de la economía naranja por mostrar su trabajo como rentable en términos financieros, lo cual ha llevado a que no sean vistos como un sector que promueve el bienestar de la economía en general (Buitrago & Duque, 2013).

Como se desarrollará más adelante, uno de los retos que se plantea en el marco de la promoción de la economía naranja es su medición. En el marco de las discusiones de la economía, una dificultad mayúscula se encuentra en las mediciones del sector servicios y su impacto en el crecimiento económico. Si bien hay aproximaciones que permiten tener una certeza de su aporte al producto mundial, la economía naranja puede plantear mayores retos, teniendo en cuenta que los sectores que abarca no son habitualmente cuantificados, dado que la creatividad, las artes y la cultura son la materia prima del mismo, están relacionados con la propiedad intelectual (Buitrago & Duque, 2013

Así, si bien se tienen aproximaciones, no hay acuerdo en las definiciones y lo que ellas abarcan, por ende, las comparaciones internacionales podrían tener un grado de subjetividad.

En esa línea, la economía naranja puede ser vista como un sector con un alto grado de influencia de las tecnologías de la información y la comunicación (TIC), con lo cual tiene una dinámica de cambios rápidos, siendo también un reto para las políticas públicas y la regulación sobre el mismo. La cuarta revolución industrial está basada en un alto grado de emprendimientos y del desarrollo de las TIC. Esto implica grandes retos en materia de empleo de la mano de obra de la región, la migración y la inestabilidad social. Esto puede advertir-se en sectores como el transporte de personas y de carga, a través de plataformas como Uber, Cabify, Beat, Picap, Liftit o incluso Rappi, el turismo a través de Airbnb o diferentes plataformas que gestionan paquetes turísticos, o un ejemplo más cercano para el sector como Netflix.

Estos ejemplos presentan grandes retos para la regulación de la economía en ámbitos como el laboral y la formalidad en el empleo, así como para la tributación de las empresas, ya que al ser nuevos subsectores, pueden generarse líneas grises en el ámbito fiscal que lleven a no tributar por parte de estos emprendimientos, lo cual puede tener un efecto recaudatorio negativo para los Estados.

Para ilustrar el impacto de la economía naranja en el mundo, esta tiene un tamaño más grande que la economía alemana. De igual forma, la mano de obra del sector tiene un mayor tamaño que la población económicamente activa de Colombia.

Del mismo modo, es importante caracterizar los agentes que pueden intervenir en la economía naranja. Buitrago y Duque (2013) definen el ecosistema así:

Artistas conceptuales, músicos, escritores, actores, etc.
Consumidores, prosumidores, fans, etc.
Emprendedores, inversionistas, galeristas, gestores, críticos, curadores, etc.
Empresas, agencias, fundaciones, ministerios, etc.

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