Hace pocos días, el conocido premio Nobel de Economía, Joseph E. Stiglitz, señalaba en una de sus columnas en periódicos internacionales, que “una agenda integral-conducente al bienestar humano debe centrarse en la educación, la investigación y las otras fuentes verdaderas de riqueza; y debe proteger al medio ambiente y combatir el cambio climático”.

En opinión del profesor Stiglitz, esa agenda debe ofrecer programas públicos que garanticen que a ningún ciudadano se le nieguen los requisitos básicos de una vida decente; estos incluyen seguridad económica, acceso al trabajo y a un salario digno, atención médica y vivienda adecuada, retiro seguro y una educación de calidad para sus hijos.

Afortunadamente, nadie puede discutir hoy que Colombia va en esa dirección, si tomamos en cuenta el contenido macroeconómico y social de nuestros planes de desarrollo de los últimos años, los conceptos acertados de académicos y destacados exministros de hacienda, los estudios realizados por comisiones de expertos y las propuestas que se han hecho desde diferentes esquinas del pensamiento económico y político del país.

Es enorme el reto que tiene hoy la clase dirigente del país para luchar contra la desigualdad, la pobreza y la falta de oportunidades. Y es afortunado el esfuerzo de imaginación que se ha hecho para concretar planes y propuestas de solución a muchos de los problemas sociales que están planteados.

Sin duda, ha sido muy positiva la continuidad en las políticas económicas, ejecutadas con transparencia y responsabilidad. Ese es un desafío para quienes siempre han respaldado la institucionalidad y el progreso dentro del estado social de derecho.

De nuestra parte, desde la Contraloría General de la Republica, tenemos también el compromiso de cuidar los recursos que tiene el país para realizar sus inversiones en frentes prioritarios para el bienestar de la sociedad, evitar que la plata que necesitamos para fomentar el desarrollo económico y social termine en manos de los corruptos o “ladrones de cuello blanco”, y realizar un esfuerzo diario para combatir la corrupción y la desviación de los dineros oficiales.

Estamos comprometidos con una agenda de modernización, no solo para ser más eficientes en el control fiscal sino para ganarnos el respeto de la gente en lo que hacemos y en lo que proponemos. Es claro el propósito que nos guía: mayor tecnología y más ciudadanía comprometida con nuestros objetivos.

Tenemos metas claras y una de ellas es cumplir una función ágil y excepcional de carácter preventivo para llegar a tiempo y que no nos vaya a ocurrir como en aquel pasaje de “El amor en los tiempos del cólera” de nuestro Nobel Gabriel García Márquez, cuando escribió sobre catástrofes matrimoniales que “la sabiduría nos llega cuando ya no sirve para nada”.

El propósito es muy sencillo pero de hondo contenido: la contraloría se está modernizando para poder recuperar los recursos públicos con rapidez y que el responsable pague oportunamente. Estamos construyendo la contraloría del siglo XXI. Ya creamos el observatorio del gasto público, en donde se puede ver en línea y en tiempo real la cuenta maestra del Estado. Vamos a poner en marcha una gigantesca plataforma inteligente en la que se podrá observar el movimiento de cada peso de los presupuestos públicos de todo el país.

Con total claridad en lo que nos hemos propuesto y con la convicción de poner en marcha rápidamente los mecanismos que nos otorguen las cámaras legislativas, estamos muy optimistas sobre la suerte del acto legislativo que crea el nuevo régimen de control fiscal para Colombia que estamos promoviendo.

Tenemos la pasión necesaria para crear el control fiscal del futuro. Y lo vamos a lograr con eficiencia, con equidad, con transparencia y con la participación ciudadana activa, que nos ayude en la denuncia de la corrupción en la contratación pública y en la vigilancia de la gestión adelantada por los diversos niveles administrativos de la Nación.

Con el mayor empeño insistiremos en la modernización tecnológica de la contraloría, en la utilización al máximo de los instrumentos técnicos y científicos a nuestro alcance para ser más precisos en el control. Pero, con participación ciudadana eficaz, veedurías y control fiscal participativo y democrático.

La contraloría ha cumplido una importante tarea con los instrumentos que tiene a la mano. Pero puede hacer más con las nuevas posibilidades tecnológicas y, especialmente, con las nuevas regulaciones de control fiscal. Tal como ocurre con la política económica -sobre la cual exponen sus tesis en esta edición de la revista institucional de la entidad “Economía Colombiana”, nueve exministros de hacienda y el actual titular de las finanzas-, la continuidad en los programas y en los aspectos fundamentales del desarrollo ha sido esencial para la estabilidad de Colombia.

También es nuestra intención proseguir con las buenas y positivas iniciativas que pusieron en marcha mis antecesores para procurar la modernización de la gestión fiscal. Para la contraloría que hoy tengo el honor de orientar, es una gran satisfacción confirmar la contundencia de nuestros programas y la seriedad de nuestros propósitos institucionales, ajenos a consideraciones de carácter personal o políticas. Solo nos interesa y es nuestro único propósito tecnificar, construir y avanzar.

Con el mejoramiento de nuestro sistema del control fiscal oportuno, con la aplicación de las nuevas tecnologías para evitar el desgreño y la pérdida de dineros oficiales, desde nuestra orilla de responsabilidades estamos trabajando también para contribuir al gran objetivo de conseguir el bienestar de nuestros ciudadanos.

RELACIONADOS