Ingeniero civil y master en ingeniería del MIT, Alarcón Mantilla fue director por Colombia del Banco Interamericano de Desarrollo, Presidente de Asofondos, gerente de Interconexión Eléctrica S.A., presidente de la junta directiva de Almacenes Éxito y en el pasado miembro de las juntas de la Bolsa de Colombia, Caracol, Banco de Bogotá y Bavaria, entre otras empresas nacionales.

El exministro considera que el país necesita decisión política para construir una agricultura empresarial moderna, paralela a la economía campesina. “Contamos, por ejemplo, con una altillanura con territorios muy amplios de baja intensidad poblacional que tiene un gran potencial de desarrollo productivo de gran escala para atender el abastecimiento de alimentos que necesitan el país y los mercados internacionales”.

Para conocer sus opiniones, los periodistas de la revista Economía Colombiana desarrollamos el siguiente diálogo con el exministro Luis Fernando Alarcón:

¿Cómo ve usted hoy la situación económica de Colombia y sus perspectivas a corto plazo?

Me gustaría responder la pregunta haciendo referencia a cómo era el país cuando ejercí el ministerio. El país y el mundo han cambiado mucho en las últimas tres décadas. Buena parte de los retos que tuvimos que enfrentar en los ochentas giraron alrededor del financiamiento externo del país. Fue la época de la crisis de la deuda, cuando los mercados se cerraron y nos tocó a todos los ministros de la época “pedalear” intensamente para conseguir unos créditos externos de 1.000 millones de dólares. Hoy, el gobierno sale a los mercados internacionales y en un abrir y cerrar de ojos coloca bonos por 2.000 o 3.000 millones de dólares sin “pestañear”. Lo mismo ocurre con el financiamiento interno. La emisión de Títulos de Ahorro Nacional (TAN) que hizo el exministro Junguito por allá en el año 85 requirió la garantía del Banco de la República y sino nadie invertía. De ese tamaño era la desconfianza en las finanzas públicas.

Hoy en día tenemos un mercado de deuda pública absolutamente desarrollado, considerado un ejemplo internacional, donde los inversionistas extranjeros son posiblemente los principales tenedores de esos títulos. Por otro lado, ha habido unos cambios fundamentales en la propiedad de muchas empresas del Estado, algunas de las cuales se destacan en la BVC. Eso era impensable en esa época.

De otro lado, el gasto público se ha duplicado en los últimos treinta años como participación del PIB. Pasamos del orden del 10% a cerca del 20% del PIB, porque la atención de las necesidades de la sociedad han aumentado dramáticamente, con aspectos muy positivos como las mejoras que se han registrado en el sistema de salud.

Muchas veces no se reconoce el esfuerzo que han hecho los gobiernos para darle una cobertura universal a algo que no existía hace 30 años; pero también cosas tan complejas, que requieren atención, como una asignación de recursos muy discutible en los subsidios pensionales que hoy en día se llevan una suma bastante grande (entiendo que cerca del 3% del PIB), muchos de esos subsidios no siempre muy sanos en términos de equidad y que llaman la atención sobre la necesidad de hacer una reforma pensional bien hecha.

En síntesis, uno puede decir que frente a los cambios que se han dado en el mundo, el país se ha ido moviendo de manera muy favorable. Creo que el país tiene unas instituciones suficientemente fuertes, muy especialmente en lo económico, que harán que pese a todos los altibajos que se van a presentar el país siga por una senda de desarrollo y de crecimiento.

Sin embargo, las cosas se pueden hacer más eficientemente o se pueden hacer con más contratiempos y creo que en este sentido es bien importante que se creen los consensos para que se entienda que el mundo de hoy es muy distinto al de hace unos años; que se requieren unos cambios en el funcionamiento de la economía, que es necesario aprovechar bien todas las oportunidades que se presentan superando muchas de las discusiones a veces llenas de sesgos ideológicos, llenas de prejuicios y en muchos casos atadas al pasado que impiden que en la agricultura, en el sector energético, en la modernización de una gran cantidad de sectores, se pueda avanzar al ritmo que se necesita.

¿Esos cambios en el funcionamiento del Estado hacia qué aspectos puntuales se deben dirigir?

El país y los distintos estamentos de la sociedad tienen que entender que las cosas hoy en día funcionan distinto a cómo funcionaban en el pasado. Miremos el caso concreto del sector agropecuario. Hoy en día es necesario que la agricultura moderna se desarrolle en el país y, a la vez, también se requiere pensar en el pequeño campesino, en las zonas de economía campesina. El país tiene una gran posibilidad de desarrollo en la altillanura, con un potencial productivo muy grande para contribuir a abastecer unas necesidades cada vez más crecientes de alimentos y de proteínas en el mundo y que no se ha podido desarrollar simplemente porque las instituciones propias de la economía campesina no distinguen lo que se requiere para una agricultura empresarial y moderna.

Y nosotros seguimos en unas discusiones interminables sobre si la gente puede o no puede tener o explotar extensiones grandes, cosa que a mi juicio es indispensable, tal como se ha hecho en países como Brasil que desarrolló una agricultura moderna que le permitió convertirse en el principal productor mundial de granos, de carne, de cítricos, de frutas, simplemente porque aprovechó la oportunidad de contar con un recurso natural disponible y creó las condiciones para que se hicieran las inversiones que se necesitan.

¿En este caso más que una reforma institucional lo que se requiere es decisión política?

Si, decisión política pero, además, acabar con una cantidad de mitos. Por ejemplo, mientras sucedieron todas las discusiones sobre los problemas de la Unidad Agrícola Familiar, ¿cuántos desarrollos se paralizaron desaprovechando a unos inversionistas que tenían un gran interés en invertir unas platas grandes y tecnología? Una explotación de gran escala no se hace con azadones y bueyes, eso requiere inversiones muy grandes, tecnología y una infraestructura básica donde además hay unas oportunidades inmensas desde el punto de vista de atención de las necesidades sociales, de la lucha contra el desempleo y la pobreza.

Todos conocemos que la altillanura es un territorio muy amplio con una muy baja densidad poblacional, con una pésima atención de los servicios sociales del Estado, prácticamente ni hay Estado. Allí un desarrollo bien concebido va a permitir generar muchísimo empleo y generar asentamientos poblacionales con la infraestructura necesaria.

El país se ha enredado en unas discusiones anacrónicas que han impedido aprovechar esas oportunidades y lo mismo ocurre en otros sectores, como el caso del fracking o las discusiones en general sobre las industrias extractivas. Una cosa es exigir el cumplimiento de los estándares ambientales, como ocurre en los países desarrollados, como Canadá, cuidadoso como el que más de su medio ambiente, pero donde hay explotación petrolera y minera en gran escala.

Para no ir tan lejos, países como Chile y Perú han podido desarrollar una minería bien manejada. Mientras tanto, nosotros por la confusión que a veces se genera no distinguimos el cumplimiento de los estándares, de las normas y de unos criterios fundamentales que es necesario mantener, con el desarrollo de toda una industria y estamos eventualmente cerrando las puertas a la posibilidad de aprovechar las riquezas que tiene el país. Eso ocurre muchas veces porque confundimos la industria extractiva legal de alto nivel, con el cumplimiento de todas las normas, con la tecnología indicada, con una minería ilegal que ha hecho un daño espantoso.

De otro lado, tampoco se nos puede olvidar que, en lo que tiene que ver con los hidrocarburos, dentro unas cuantas décadas estaremos viendo el declive y de alguna manera la desaparición del uso de muchos de los combustibles fósiles. Eso va a tomar un tiempo pero hacia allá va el mundo. Entonces, no podemos desaprovechar esa “ventana” de tiempo para aprovechar esos recursos, extraerlos y obtener los beneficios económicos que genera todo el proceso de transformación de la estructura productiva y de las cosas que el país necesita.

Pero si quiero llamar la atención en el sentido de que hay muchas oportunidades y muchas cosas por hacer y, en consecuencia, es necesario que se generen unos consensos que hagan viable que las cosas se realicen con criterios técnicos, aterrizados, sin ponerle sesgos políticos o ideológicos a muchas decisiones que deberán hacerse para impulsar el proceso de desarrollo y crecimiento del país.

Por supuesto que hay unas reformas institucionales que el país debe hacer como una reforma pensional seria y aspirar a tener un sistema tributario eficiente, mucho más universal y que no desincentive el ahorro y la inversión. En este sentido, me parece muy positivo lo que se ha venido haciendo, tratando de incorporar al “torrente” tributario a la economía informal, que no son los vendedores de chicles, sino todo lo que está por fuera del sistema normal, donde hay grandes capitales y muchas actividades y se necesitan algunas reformas institucionales pero hay que hacerlas bien, hacerlas con juicio.

RELACIONADOS