SE EMPIEZAN A CONOCER LOS ASPECTOS PRINCIPALES DEL NUEVO PLAN, O EL PLAN DE LAS CUATRO ESTRATEGIAS. Lo que quizá no se aprecia en forma tan clara son las diferencias entre este plan y los anteriores. Por tanto, es nuestra intención dedicar los siguientes comentarios a este tema. Podría ser útil analizar las diferencias bajo los subtítulos de metas, diagnósticos y estrategias, siguiendo así el tratamiento dado al nuevo plan.

METAS
Los planes convencionales adoptan, implícita o explícitamente, el crecimiento económico como la meta sobresaliente de la política nacional, y fijan objetivos en términos de una tasa de crecimiento específico en el valor (deflactado) del producto nacional. De vez en cuando la disminución del desempleo es tratada como un fin por sí mismo, pero en general se le considera o bien como un medio de aumentar el crecimiento, o bien como una resultante del crecimiento.

Asimismo, la distribución, por lo general, es tratada en términos de su posible efecto sobre el crecimiento. Por lo común se supone, implícitamente, que si el crecimiento es satisfactorio, una de sus consecuencias será una mejor distribución. Aun la educación se considera como un factor que ejerce influencia en el crecimiento y el tratamiento que los economistas han establecido en los anteriores planes de desarrollo.

Se presenta, sin embargo, un creciente descontento por esta preocupación por el crecimiento que ha llegado hasta verse reflejado en la alocución anual del presidente del Banco Mundial, Robert McNamara, en septiembre de 1971. De ahí que su rechazo del crecimiento, como una meta sobresaliente en el nuevo plan, no sea tan novedosa como lo hubiera sido hace algunos años. Se contribuye a la claridad del concepto al hacer una distinción entre el crecimiento, el desarrollo y el bienestar.

El objetivo primordial es el bienestar que requiere no solo la satisfacción de las necesidades emocionales y sociales del hombre sino también de sus exigencias materiales. En un país pobre el crecimiento es una condición esencial, pero no suficiente para el desarrollo que es un estado en el que se logra un grado relativamente alto de dominio sobre el medio ambiente material. El desarrollo, a su vez, es una condición necesaria, pero no suficiente para el logro de un estado general de bienestar. De ahí que en el nuevo plan nos estemos ocupando del crecimiento, no como fin por sí mismo sino como una de las condiciones que conducen al bienestar.

Estas distinciones podrían parecer académicas, pero en realidad tienen profundas implicaciones de política. El plan colombiano, por ejemplo, rechaza el crecimiento logrado a expensas de una creciente desigualdad. Un objetivo de política, de la misma importancia que el crecimiento, es una disminución en las diferencias en los niveles de consumo. La mayoría de los economistas sostendrían que esto dificultaría el logro del crecimiento. Estamos de acuerdo, pero creemos que es posible reconciliarlas, y que es indispensable hacerlo.

Una gran parte del plan se ocupa de la exposición y solución de este problema, solución que es tratada al mismo tiempo como un progreso hacia el desarrollo y esto, a su vez, implica una condición de crecimiento autogenerador y autosostenido, y no dependiente de la ayuda externa, lo mismo que una población más estable, un más generalizado entendimiento del sistema económico, un grado relativo de satisfacción con su funcionamiento y con sus resultados. Evidentemente este concepto del desarrollo implica metas mucho más amplias y más complejas que aquellas concebidas en los planes nacionales convencionales.

DIAGNÓSTICO
Un tratamiento completo de este tema podría llevarnos demasiado lejos del asunto. Aun el tratamiento que recibe en el plan está demasiado compendiado. Por consiguiente, aquí solo se expondrán algunas de las diferencias más importantes. La mayoría de los planes, cuyo único objetivo es una tasa de crecimiento económico, suponen que existe una tendencia básica a crecer que está obstaculizada por diversas limitaciones o restricciones, como lo son las importaciones inadecuadas, una incorrecta formación de capital doméstica, una incompatible capacitación humana, entre otras. Un modelo de amplia aceptación sostiene que la principal limitación es la falta de capacidad productiva que se remonta hasta la inadecuada formación de capital que se debe a bajas importaciones de bienes de capital e intermedios, lo que finalmente se debe a las bajas exportaciones. Este es el famoso modelo de la “brecha de las divisas”.

El nuevo plan hace una distinción entre la limitación clave u operativa y las limitaciones posibles y entre importantes factores en la vida nacional y factores estratégicos, desde el punto de vista del crecimiento y del desarrollo. Encuentra que la dificultad básica no radica en la falta de capacidad productiva, sino en la alarmante mala distribución y uso de los factores productivos. La gran masa de los trabajadores tiene un bajo poder adquisitivo porque estos producen muy poco de valor. Existe una demanda inadecuada en un sentido real más que monetario o Keynesiano.

Se puede ilustrar este punto gráficamente (y dramáticamente) al suponer, como caso extremo, un traslado de un millón de trabajadores del empleo urbano al trabajo agrícola de subsistencia. El efecto en el ingreso nacional y en la demanda por la producción agrícola e industrial sería catastrófico.

La mala localización inapropiada de la fuerza laboral o el bajo grado de movilidad económica o dualismo, continuamente agravados por el crecimiento excesivamente rápido en los rangos de los trabajadores no capacitados y de menor remuneración, es la fuente de los mercados internos tan pequeños en términos reales y de la falta de incentivos adecuados para invertir y lograr economías de escala.

Colombia, con la misma población que Canadá, ofrece solo un décimo del mercado interno en términos reales para los productos de la agricultura y la industria. El extenso mercado doméstico en Norteamérica y Europa Occidental permite la obtención de economías de escala que a su vez fortalecen la posición competitiva con el exterior, garantizando así, mediante las exportaciones, la importación de los bienes requeridos. De ahí que el diagnóstico del nuevo plan pone tanto énfasis en la baja movilidad, en las inadecuadas proporciones de factores y en las altas tasas de crecimiento en la fuerza laboral, al hacer el diagnóstico de las causas básicas del continuado subdesarrollo. En comparación con la situación de los países desarrollados, el capital es “escaso” y la capacidad productiva baja. En relación, sin embargo, con la demanda real efectiva nacional, la capacidad productiva en la agricultura y en la industria es adecuada. Las implicaciones de esta distinción se desarrollan en la estrategia.

El plan encuentra que la dificultad básica no radica en la falta de capacidad productiva sino en la alarmante mala distribución y uso de los factores productivos. La gran masa de los trabajadores tiene un bajo poder adquisitivo porque estos producen muy poco valor. ¿Por qué? La razón estriba en que estos dos factores dependen de la magnitud y dificultad de la tarea de conseguir el desarrollo. Como comentó el señor McNamara, la década del Desarrollo fue un éxito por cuanto excedió sus metas de crecimiento, pero un fracaso en términos de empleo y distribución. Casi ningún país que inició la década en la categoría de subdesarrollado la terminó con un crecimiento asegurado y sin ayuda, con una población relativamente estable y un dominio aceptable sobre su medio ambiente económico.

En resumen, el grado de crecimiento y el tiempo requerido deberán ser lo que sea necesario, en conjunto con otros factores de distribución y población, a fin de alcanzar la meta de desarrollo. Una tasa de crecimiento que no llene estos requisitos bien sea del 3 por ciento o del 7 por ciento o más, no servirá si no es suficiente para proveer la motivación para tener familias mucho más pequeñas y si requiere ayuda externa continua o si depende del agotamiento progresivo de los recursos naturales. El esfuerzo debe ser suficiente por el lapso necesario para alcanzar el objetivo. Incluido en este objetivo está el de un progreso aceptable hacia una mayor igualdad en los niveles de oportunidad y de consumo y en una tasa más baja del crecimiento de la población, lo que nuevamente implica una mayor movilidad, una asignación mucho mejor de la fuerza laboral y la abolición del dualismo.

ESTRATEGIA
Las estrategias que se deben emplear son dictadas por el diagnóstico y los objetivos. El logro de una asignación mucho mejor de la fuerza laboral implica un cambio en su composición. Esto, a su vez, implica un traslado de ocupaciones de menor remuneración a trabajos mejor remunerados (o más productivos) en un sentido real del término. Esto conlleva la exploración de sectores en los que existen grandes demandas latentes por el producto y la mano de obra, o de campos en que un aumento relativamente modesto en el producto no saturaría el mercado, causando una baja en los precios y en el producto.

La demanda por la mayoría de los bienes de consumo es relativamente inelástica, lo que limita esta demanda y el posible aumento en el producto a la tasa de crecimiento nacional o a algo menos. Ciertos bienes de consumo como los de consumo durable, demandados especialmente por la gente acomodada, como automóviles, tienen una demanda elástica. Pero estos generan muy poco empleo, requieren de muchas divisas, conllevan costos sociales altos y crean diferencias en el estilo de vida, lo que genera resentimientos. Los servicios, a su vez, generalmente, son de muy baja remuneración.

Hay un campo, sin embargo, que ofrece enormes posibilidades potenciales de expansión, utiliza considerable mano de obra por dólar gastado, requiere pocas divisas y es socialmente necesario y deseable. Ese campo es la vivienda, especialmente la urbana. Su expansión ha estado reprimida por una carencia de ahorros para suministrar los fondos necesarios para esa construcción sin consecuencias inflacionarias.

En Colombia (como en la mayoría de los países subdesarrollados) los ahorros personales constituyen un porcentaje muy bajo del ingreso nacional. Por consiguiente, la primera estrategia exige la eliminación de esta barrera u obstáculo institucional –los ahorros inadecuados– al empleo, al producto y a una mejor utilización de los recursos productivos y su encauzamiento hacia la construcción.

Es posible disminuir, aunque no abolir, la limitación de las divisas, es decir, la necesidad de bienes de capital importados. Aun el crecimiento interno motivado por la vivienda requiere de algunas divisas.

Recomendable conseguir las importaciones necesarias mediante las exportaciones, en lugar de depender exclusivamente de los empréstitos (lo que, en su mayor parte, solo pospone la necesidad de las exportaciones).

Además, estas últimas proveen un campo en el que la demanda por muchos productos en el mercado mundial (exceptuando, desafortunadamente, el café) es lo suficientemente grande como para que nuestra contribución no afecte la demanda y los precios mundiales.

Constituye, por tanto, un segundo campo de empleo mejor remunerado. Un aumento en las exportaciones, y todo lo que es necesario para lograrlo, llega a ser nuestra segunda estrategia.

Naturalmente, los esfuerzos por aumentar las exportaciones implican también impulsos tendientes a que se haga un uso adecuado de las divisas para las importaciones y los servicios que adquirimos.

Una mejor asignación de la fuerza laboral y, por consiguiente, un producto mayor y una demanda real más alta sugieren que sería deseable una mayor productividad en la agricultura, de modo que menos trabajadores puedan producir más productos agrícolas, un proceso que ha sido característico de cada país que ha logrado incorporarse a la categoría de económicamente desarrollado. De ahí que lo anunciado se convierte en nuestra tercera estrategia. El que tenga buenos resultados depende, sin embargo, del éxito de los otros dos campos mencionados; de no ser así sería imposible hacer un uso adecuado de los trabajadores cuya disponibilidad se debe a los avances en la productividad.

Estas tres estrategias fueron diseñadas para dar un impulso marcado a un crecimiento autosostenido. Sin embargo, más arriba se subrayó que estamos igualmente preocupados por la distribución –o sea qué se produce y para quién–. En vista de que este aspecto del problema del desarrollo y del bienestar se ignora con tanta frecuencia, o se le concede una importancia insuficiente, se decidió el buscar la reducción, en forma notable, de las diferencias en los niveles de consumo; una estrategia de la misma importancia que las demás.

Estamos convencidos, al menos en teoría, que es posible y deseable combinar el crecimiento con el progreso hacia un estado más igualitario en una sociedad democrática y en una economía mixta. En general, se considera que es posible hacer un uso mucho más pleno del principio de tributación de acuerdo con la capacidad de pagar, especialmente para garantizar los costos de amplias medidas sociales de aplicabilidad general. Esto tiende a disminuir las diferencias en el consumo y en las oportunidades. También se puede emplear el arma tributaria y las licencias de importación con miras a desestimular el consumo conspicuo y el que crea una sensación de privación y de resentimiento.

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