Hoy, más que nunca y debido a las actuales circunstancias globales, la continuidad de negocio se ha visto invocada por las empresas, algunas veces de forma planeada y, en otras, improvisada. Esto, no solo en el campo privado; también el Estado ha tenido que tomar algunas medidas jamás previstas, como es el caso del cierre económico, la priorización de productos y servicios de primera necesidad, el mantenimiento de las funciones del Estado a escalas mínimas y el trabajo en casa.

Es tanta la trascendencia de la continuidad del negocio que ha llegado a nivel de pymes e, incluso, personal, dado que todos ya hemos hecho un análisis de cuánto tiempo podemos aguantar en términos económicos según las circunstancias propias, seamos empresarios, empleados o independientes.

Este ejercicio permite estimar, en términos de tiempo, hasta cuándo se puede soportar sin un ingreso, qué pagos se deben priorizar, qué gastos se deben dejar de hacer y, finalmente, qué se debe, sí o sí, mantener, como es el caso de la alimentación y la salud. A todo esto se le conoce como Análisis de Impacto al Negocio o BIA, por sus siglas en inglés (Business Impact Analysis, ISO 22301:2019 e ISO 22317:2015).

En términos económicos, el impacto por la suspensión de actividades ha generado daños incalculables que no serán fáciles de superar en el corto plazo, según Mejía (2020), en un escenario en donde la operación de los diferentes sectores económicos se reduce entre un 37 % y un 49 %, producto de las medidas de aislamiento preventivo. El costo económico asociado está en el rango de 48 a 65 billones de pesos (4,5 % a 6,1 % del PIB) por mes.

Por su parte, el CEDE (2020) estima que el cierre de los sectores más vulnerables a las medidas de aislamiento preventivo costará, al menos, un 10% del PIB de cada mes, y no solo esto, también el impacto ha llegado a afectar la calidad de vida, tal como lo afirma el estimativo de la Universidad de los Andes (2020), en el que 7,3 millones de personas que formaban parte de la clase media vulnerable y de la consolidada, podrían engrosar las filas de la pobreza para finales del año.

Estas cifras, alarmantes por sí solas, palidecen ante el grado de inhumanidad que algunos oportunistas pueden tener; en todo el mundo se viralizan los casos de corrupción, como lo afirmó Iftekharuzzaman (2020), director ejecutivo de Transparencia Internacional Bangladesh: “Se esperaba que una crisis nacional de esta magnitud despertara las mejores virtudes humanas, como la empatía y la solidaridad, las cuales hemos visto de muchas maneras, pero lamentable y vergonzosamente, también ha salido a relucir lo peor de los vicios humanos”.

Para la Contraloría General de la República (CGR) el mantenimiento de su misión es vital; ello implica estar dos pasos delante de los corruptos, velar porque todos los recursos destinados a la atención de la pandemia por COVID-19 sean usados para tal fin y que aquellos que sean desviados se descubran a tiempo y se dé apertura a los procesos necesarios.

Ante esta situación, la CGR ha mantenido su continuidad de negocio por medio de la estrategia combinada de trabajo en casa y en las sedes, en cumplimiento de lo establecido por el Gobierno Nacional (Decreto 457 de 2020 y siguientes) y Distrital (Decreto 091 de 2020 y siguientes), en el marco del Estado de Emergencia Económica, Social y Ecológica. Adicional a lo anterior, la CGR ha establecido acciones internas concretas para mantener su operación en medio de las circunstancias, tal como lo expresa la circular interna 010 de 2020.

Con el fin de hacer frente a la respuesta requerida para el escenario de pandemia por COVID-19, la CGR ha efectuado esfuerzos interdisciplinarios, en los cuales han intervenido tanto los procesos misionales como los de apoyo, por medio de comités de área y el Comité Paritario de Seguridad y Salud del Trabajo (Copasst), que se han encargado de operar a modo de Equipo de Continuidad de Negocio, con aplicación del modelo de Sistema Comando de Incidentes o SCI, descrito por la Agencia de Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (U.S. Agency for International Development, Usaid).

La CGR, por medio de la Unidad de Seguridad y Aseguramiento Tecnológico e Informático (Usati) ha implementado lo establecido en el proceso de Gestión de Continuidad de Negocio, diseñado en el marco de Arquitectura Empresarial (con la herramienta MEGA Hopex y las buenas prácticas como Togaf) y basado en estándares internacionales como ISO 22301:2019, Sistema de Gestión de Continuidad de Negocio, y NFPA 1600, programas de manejo de desastres/emergencias y continuidad de negocios, es decir, capturando la información del estado actual de la pandemia a escalas nacional, distrital e institucional, con un análisis situacional en prospectiva que permita tomar las acciones necesarias según los incrementos en el plazo para la reactivación económica y preparando con anticipación el retorno escalonado a cada una de las sedes, según la criticidad de la pandemia en cada ciudad.

Adicional al establecimiento de acciones operativas en los macroprocesos de responsabilidad fiscal y jurisdicción coactiva, enlace con clientes y partes interesadas, control fiscal micro y control fiscal macro, se implementaron estrategias para los macroprocesos de apoyo, como son Gestión del Talento Humano, Gobierno y Gestión de TI y Gestión Integral de Seguridad.

Para el logro de sus resultados ha sido fundamental el aseguramiento tecnológico que se ha desplegado para mantener una operación desde los hogares. Es de resaltar que, además de contar con las áreas de soporte activas, la integración de los equipos de respuesta a nivel estratégico y táctico, la CGR también cuenta con el Plan de Recuperación de Desastres o DRP, por sus siglas en inglés (Disaster Recovery Plan), que establece las estrategias en caso de falla en el componente tecnológico que soporta los procesos misionales.

Ante la eventual terminación del estado de cuarentena a escalas nacional y distrital, la CGR ha desarrollado y aplicado protocolos seguros, entre otras acciones, en cumplimiento de la Resolución 666 de 2020, con el objetivo de fortalecer la prevención del riesgo de contagio entre los ocupantes de las instalaciones de la CGR.

Cabe anotar que, para un correcto y seguro retorno a la normalidad, se deben tener en cuenta algunos ítems sugeridos por el Disaster Recovery Journal (DRJ, 2020) como son: recursos humanos, requisitos legales, eficiencia laboral, tecnología, soporte de terceros y estrategia a largo plazo.

En cuanto al aseguramiento de las instalaciones físicas, la National Fire Protection Association (NFPA, 2020) establece que: “Independientemente del grado de Inspección, Prueba y Mantenimiento (IPM) desempeñado mientras las instalaciones han permanecido en gran parte desocupadas, es imprescindible que los propietarios de edificios y gerentes de planta verifiquen el desempeño de todos los sistemas de protección contra incendios y seguridad humana del edificio antes de su reocupación”.

La Usati, para apoyar la instrucción emitida por el contralor, a través de la Circular 010 de 2020, ha tomado acciones como la propuesta organizacional para la respuesta, basada en el Sistema Comando de Incidentes o SCI; la señalización de las áreas; la habilitación de espacios para facilitar el acceso y posible evacuación del edificio; los controles seguros para el acceso de personas, tanto en áreas peatonales como en áreas de circulación de vehículos, entre otras acciones, que buscan la seguridad de las personas, los bienes y la información.

Es deber de todos pensar en el esquema que vendrá una vez superada la pandemia, porque algo sí es seguro: la realidad que conocíamos ya no volverá y, para mitigar los efectos perjudiciales a largo plazo, más allá de la crisis inmediata, los gobiernos tendrán que repensar sus políticas y “reconocer que la economía global será muy diferente, será necesario invertir en nuevos tipos de empleos y negocios, en la economía del futuro en lugar de tratar de recapitalizar la economía del pasado”, como lo indica Malpass (2020).

Así como el modo en que la CGR venía operando tendrá que ajustarse a esta nueva realidad y cada uno de nosotros adaptará el diario quehacer de las actividades laborales y personales, es una oportunidad para que de este momento de incertidumbre y de crisis surjan las mejores iniciativas para cambiar la perspectiva de la realidad que vivimos y sacar provecho de ellas.

Tal vez el mundo no vuelva a vivir un caso como este en el corto plazo; por lo menos, no de la misma forma, pero sí con una disrupción tal que ya no volveremos a la “normalidad”; lo que ahora vivimos es y será nuestra nueva cotidianidad, tanto así que tendremos que ver la tecnología como un aliado estratégico para el cumplimiento de nuestras metas, para el desarrollo de nuestras habilidades y para facilitar el trabajo y la educación.

Las nuevas tecnologías, la inteligencia artificial, la automatización y la accesibilidad a toda la información que necesitemos en tiempo real, sin importar el lugar, serán vitales para la recuperación de la economía y para desarrollar las habilidades en el uso de los sistemas de información, de manera que aprendamos a “monetizar” las ideas, dinamizar el flujo de efectivo a través de los canales virtuales y así dar paso al nuevo modelo económico que se nos avecina.