Los años cincuenta del siglo XX se recuerdan en Colombia por los acontecimientos sociales y políticos: la violencia partidista, el golpe de Estado, el derrocamiento de una dictadura, el gobierno por un año de una Junta Militar, el plebiscito para reformar la Constitución, el regreso a la democracia y el inicio del Frente Nacional.

Sobre la trayectoria de la economía y sobre su manejo, es poco lo que se conoce. Y fue, tal vez, la década más volátil del siglo, signada por una fugaz bonanza cafetera y por la enorme dificultad que generó la caída posterior y prolongada del precio internacional del café, que habría de dar lugar a una política económica de ‘pare y siga’ hasta 1962.

La interacción entre la economía y la política a lo largo de la década tuvo una doble dirección. El deterioro de la primera después de la elevación de los precios del café en 1954, y el manejo que le siguió, afectaron la popularidad del Gobierno del general Rojas Pinilla, además de la represión contra los estudiantes universitarios y contra la libertad de expresión. Con posterioridad a la salida del general Rojas, la exitosa estabilización de la economía en el Gobierno de la Junta Militar coincidió con el proceso de restauración de la democracia que se concretó en la realización del plebiscito constitucional el 1 de diciembre de 1957, en las elecciones para Congreso en marzo de 1958, en la elección de Alberto Lleras Camargo como primer presidente del Frente Nacional (1958- 1970), y en su posesión el 7 de agosto de 1958.

Después de una primera etapa de la Administración Lleras Camargo en la cual continuó teniendo prioridad la estabilización, en la segunda, en medio de una crisis cafetera, el énfasis se colocó en el desarrollo con la esperanza de que los ingresos de ayuda y crédito externo permitirían evitar el desajuste macroeconómico, lo cual no fue posible.

Los ajustes de la postguerra

El final de la Segunda Guerra Mundial encontró a Colombia con una demanda represada de importaciones por los problemas que había experimentado el comercio exterior en los años de la conflagración y, por consiguiente, con una sólida posición de reservas internacionales en el Banco de la República. En 1946 y 1947 el precio del café inició su tendencia ascendente, el crecimiento del PIB se acercó al 10 %, aumentó la inflación, el Banco de la República financió el gasto del gobierno y comenzaron a caer las reservas.

En 1948, en el Gobierno de Mariano Ospina Pérez, tuvo lugar una primera devaluación del peso después de diez años de estabilidad cambiaria, atendiendo parcialmente las recomendaciones de una misión del recién creado Fondo Monetario Internacional. Aunque el precio del café continuó al alza al final de la década, la devaluación de 1948 resultó ‘insuficiente’.

Por esta razón, en 1951 el Gobierno de Laureano Gómez, que se había instalado el 7 de agosto de 1950, expidió, un decreto-ley (El Congreso Nacional se clausuró en 1949), para reformar el sistema cambiario: volvió a devaluar la moneda fijando la tasa de cambio en $2,50 por dólar y procedió a simplificar los controles al comercio exterior, a eliminar los cupos de importación y los certificados de cambio y a mantener únicamente la lista de prohibida importación (Diaz-Alejandro, Carlos, 1972, p.135)

A finales de 1952 y principios de 1953 el ambiente en Colombia era de optimismo sobre el futuro de la economía. Las reservas s aumentaban, el precio del café se acercaba a $0,60 por libra y la industria manufacturera se expandía como resultado de la política de sustitución de importaciones que se había adoptado en 1950. El 13 de junio de 1953 tuvo lugar el golpe que concluyó con la salida del presidente Gómez y la toma del poder por el general Gustavo Rojas Pinilla, comandante de las Fuerzas Armadas.

❯❯ El 13 de junio de 1953 tuvo lugar el golpe que concluyó con la salida del presidente Gómez y la toma del poder por el general Gustavo Rojas Pinilla, comandante de las Fuerzas Armadas.

Bonanza cafetera de los años cincuenta

En el primer semestre de 1954 el precio del café en Nueva York alcanzó US$0,82 por libra debido a una helada que afectó los cafetales de Brasil el año inmediatamente anterior. La participación del café en las exportaciones mundiales subió de 15,5 % en 1950 a cerca de 20 % en 1954.

Las reservas internacionales del Banco de la República alcanzaron en junio US$265 millones y en diciembre de 1954 la suma de US$270 millones, la más alta de la década. La felicidad económica, sin embargo, no duró mucho tiempo. En el segundo semestre de 1954 el mercado del café se desestabilizó cuando Brasil redujo el precio mínimo de exportación a US$0,64 por libra. La tendencia a la baja se reforzó en el último trimestre del año y las reservas internacionales descendieron, entre otras razones por la aceleración del pago de la deuda externa adquirida con la banca exterior para financiar las importaciones.

El Banco de la República solicitó entonces un crédito al Fondo Monetario Internacional por la suma de US$25 millones, equivalente al 50 % de la cuota colombiana, bajo un programa ‘stand-by’. Durante 1955 la inestabilidad cafetera se agravó. Las autoridades reforzaron los controles a las importaciones; de hecho, los registros de importación se cerraron entre el 12 de febrero y el primero de marzo de 1955, se clasificaron los impuestos sobre las importaciones en cinco grupos entre el 3 y el 100 % y se escalonaron también los depósitos previos sobre las importaciones. A pesar de estas medidas, las reservas continuaron a la baja y el desequilibrio de la balanza de pagos se acentuó.

El Gobierno, sin embargo, decidió mantener la tasa de cambio en US$2,50 por dólar, aunque instauró una tasa libre para los importadores y estableció varias tasas de cambio para la compra y la venta de dólares. La tasa libre comenzó a devaluarse, oscilando entre $4,00 y $5,00 por dólar en el segundo semestre de 1955. En junio se cerraron nuevamente los registros de importación y se hicieron apremiantes las dificultades con el crédito de los proveedores comerciales a través de los bancos corresponsales de la banca colombiana.

EN 1946 Y 1947 EL PRECIO DEL CAFÉ INICIÓ SU TENDENCIA ASCENDENTE, EL CRECIMIENTO DEL PIB SE ACERCÓ AL 10 %, AUMENTÓ LA INFLACIÓN, EL BANCO DE LA REPÚBLICA FINANCIÓ EL GASTO DEL GOBIERNO Y COMENZARON A CAER LASRESERVAS.

En estas circunstancias, a finales de junio el Gobierno, por intermedio del Banco de la República, solicitó una misión del Fondo Monetario Internacional la cual recomendó depreciar el peso a $4,00 por dólar y que el Banco de la República frenara la expansión del crédito al Gobierno. Fue el fin de la bonanza de la primera mitad de la década y el inició de la serie de intentos fallidos para estabilizar la economía, que sería la característica en la mayor parte de la segunda mitad de los años cincuenta.

Oposición al Gobierno del general Rojas Pinilla

Al mismo tiempo se deterioraba la situación política por el descontento y el desprestigio creciente del gobierno del general Rojas Pinilla el cual, desde finales de 1954, comenzó a recibir críticas por las actuaciones de las Fuerzas Armadas. En particular, por la represión violenta de una manifestación estudiantil en su contra y por el cierre del diario El Tiempo en 1955 por negarse a publicar una información en favor de las Fuerzas Armadas, suministrada por el Gobierno.

A raíz del cierre de El Tiempo el expresidente Alberto Lleras Camargo, quien, a su regreso en 1954 después de desempeñarse como el primer Secretario General de la Organización de Estados Americanos (OEA), había aceptado la rectoría de la Universidad de los Andes, decidió, en noviembre de 1955, renunciar a dicho cargo y dedicar todas sus energías a liderar el movimiento para buscar un regreso a la normalidad institucional y promover la realización de elecciones libres para reemplazar en la presidencia de la República al general Rojas Pinilla. Consideró que tenía “la obligación ineludible de salir del aislamiento universitario” para declarar que el tipo de gobierno vigente en el país no se justificaba “por ningún trastorno en la normalidad, ni por los decretos de estado de sitio, porque no conducen al restablecimiento de la paz sino a la destrucción de la República” (Lleras Alberto, 2006, p.24).

Crisis económica y Junta Militar

La presión cambiaria continuó en 1956 exacerbando las expectativas de devaluación del peso; la diferencia entre la cotización del dólar libre y la tasa oficial se amplió considerablemente en el segundo semestre, pero el Gobierno se mantuvo firme en su posición de no alterar la cotización de $2,50 por dólar.

A fines del año era clara, sin embargo, la imposibilidad de continuar con el dólar a ese precio y todo el andamiaje de controles, restricciones y trámites administrativos, que, se suponía, evitaban la devaluación. Era también evidente el desgaste de las autoridades en el manejo de la economía. El ritmo de crecimiento se había reducido sustancialmente: entre 1955 y 1957 el PIB se incrementó solamente en 3 %. El Gobierno y el sector privado se estaban financiando principalmente con crédito del Banco de la República, y el gasto público y los déficits fiscales eran “exageradamente altos”. (Garritsen de Vries Margaret, 1987, p.72).

A todas estas, la oposición al general Rojas Pinilla arreció por cuanto, a través de la Asamblea Constituyente convocada inicialmente por el presidente Laureano Gómez, pero que comenzó a reunirse cuando ya este había dejado la presidencia, el general Rojas estaba promoviendo la prolongación de su mandato hasta 1962, decisión que aprobó la Asamblea el 8 de mayo de 1957. Esta decisión desató las jornadas de mayo --el paro cívico con el cierre de bancos y empresas, lo mismo que las protestas callejeras-- que condujeron a la negociación entre los militares con el presidente y a su salida del país.

LA PARTICIPACIÓN DEL CAFÉ EN LAS EXPORTACIONES COLOMBIANAS SUBIÓ DE 15,5 % EN 1950 A CERCA DE 20 % EN 1954. LAS RESERVAS INTERNACIONALES DEL BANCO DE LA REPÚBLICA ALCANZARON EN JUNIO US$265 MILLONES Y EN DICIEMBRE DE 1954 LA SUMA DE US$270 MILLONES, LA MÁS ALTA DE LA DÉCADA.

El 10 de mayo de 1957 cuando el general Gustavo Rojas Pinilla fue reemplazado por una Junta Militar de Gobierno de cinco miembros, la situación económica era crítica. El precio del café había caído en el primer semestre del año de US$0,73 a US$0,63 por libra y las reservas internacionales en 1956 habían llegado a su nivel más bajo desde 1952.

Las autoridades se alarmaron, además, al comprobar que el atraso en los pagos de la deuda externa era sustancialmente mayor al previsto. Para el nuevo ministro de Hacienda, el conservador Antonio Álvarez Restrepo, el país vivía una “situación irreal: la devaluación del peso ya había sido generada por las fuerzas del mercado y la tasa de $2.50 por dólar era una simple ‘ilusión’ (Avella- Gómez, Mauricio, 2016, pp. 470-471).

La magnitud del desequilibrio externo obligó al nuevo gobierno a obtener crédito externo, a poner en marcha un fuerte proceso de ajuste macroeconómico y a acudir nuevamente al Fondo Monetario Internacional. Rápidamente el Gobierno preparó un programa de estabilización que sirvió de base para firmar un acuerdo ‘stand-by’ con el Fondo, que se firmó el 19 de junio, con un desembolso de US$25 millones, y que, al cabo de un año, se renovó por otros doce meses.

Al mismo tiempo, en desarrollo del programa, el 17 de junio se introdujo una nueva reforma del mercado cambiario: se estableció un régimen de libre cambio en el cual coexistirían dos mercados de tasa flexible, el de certificados y el de capitales. Por el primero se canalizarían todas las transacciones de importación y exportación de productos y las de petróleo y la industria minera, los pagos de deuda externa, los servicios oficiales, los fletes y otros rubros específicamente autorizados. Por el de capitales se moverían los ingresos y egresos por los demás conceptos.

Al cabo de unas pocas semanas la tasa de cambio en el mercado de certificados de cambio se estabilizó en $4,80 y $4,85 por dólar y el dólar libre en el mercado de capitales --que alcanzó a subir a $7,00-- descendió posteriormente para ubicarse en $5,50 por dólar. Por otro lado, se reforzó el control de las importaciones, se restableció la lista de prohibida importación, se creó la licencia previa, se aprobó el impuesto de giros al exterior, y se elevaron los depósitos previos al 100 %.

En esta ocasión las autoridades acataron en mayor grado los lineamientos del Fondo Monetario Internacional. El Gobierno se propuso reducir el gasto público y controlar la expansión de la oferta monetaria. Desde finales de 1956 venía en aumento la inflación, había repuntado en el primer semestre de 1957 y cerró el año ligeramente por encima de 20 %.

Hacia el Frente Nacional

El 20 de julio de 1957 Alberto Lleras y Laureano Gómez firmaron en Sitges, en España, la declaración que marcó el camino para la restauración de la democracia en Colombia. Un año antes se habían reunido en Benidorm, también en España, para acordar un trabajo conjunto para derrocar la dictadura de Rojas. Ahora, en Sitges, ya bajo la Junta Militar, estuvieron de acuerdo en que no era procedente volver de inmediato a la competencia entre los partidos por el poder sino “una sucesión de gobiernos de coalición amplia de los partidos, hasta tanto las instituciones afianzadas por el decidido respaldo de los ciudadanos tengan fuerza bastante para que la lucha cívica se ejercite sin temor a los golpes de Estado” (Gómez Laureano y Lleras Alberto, 2006, p.295). Se planteó que esa sucesión en el poder sería por tres períodos e igualmente la paridad en el Legislativo, con igual número de miembros de los dos partidos, lo mismo que en el gabinete ministerial y en la Rama Judicial.

LA PRESIÓN CAMBIARIA CONTINUÓ EN 1956 EXACERBANDO LAS EXPECTATIVAS DE DEVALUACIÓN DEL PESO; LA DIFERENCIA ENTRE LA COTIZACIÓN DEL DÓLAR LIBRE Y LA TASA OFICIAL SE AMPLIÓ DE FORMA CONSIDERABLE EN EL SEGUNDO SEMESTRE, PERO EL GOBIERNO SE MANTUVO FIRME EN SU POSICIÓN DE NO ALTERAR LA COTIZACIÓN DE $2,50 POR DÓLAR.

Era necesario, entonces, reformar la Constitución de 1886 y convocar a elecciones para elegir a los miembros del Congreso Nacional. Sin embargo, dada la experiencia reciente, tampoco parecía procedente convocar una nueva asamblea constituyente. En estas circunstancias, sin Legislativo y sin la posibilidad de reunir una asamblea constituyente, convinieron en la realización de un plebiscito constitucional, opción que fue apoyada por la Junta Militar y por la Corte Suprema de Justicia. El 1 diciembre de 1957 se llevó a cabo el plebiscito: 4.169.294 votos fueron en apoyo de la reforma constitucional y 206.864 en contra. El frente cívico opositor de Rojas Pinilla había transitado muy rápidamente hacia el Frente Nacional.

El 20 de marzo de 1958 se realizaron las elecciones legislativas dentro del nuevo marco constitucional. El 4 de mayo, en la elección presidencial se eligió presidente a Alberto Lleras Camargo. El 20 de julio se reabrió el Congreso Nacional y el 7 de agosto se posesionó el primer presidente del Frente Nacional. El Gobierno de la Junta Militar había cumplido su tarea de restaurar la democracia y entregaba el poder con una economía en recuperación frente a la crítica coyuntura que había recibido catorce meses atrás.

La estabilización, por su lado, había surtido efecto. Si bien el crecimiento económico fue de solo 2,4 % en 1958, se elevó a 7,2 % en 1959; la inflación cayó a 8,1 % en 1958; se logró el equilibrio presupuestal. Las reservas internacionales, que habían caído a US $144 millones en 1956, subieron a US$230 millones en 1959, y las importaciones se recuperaron incrementándose a US$402 millones2. Estos resultados se alcanzaron en medio de bajísimos precios del café: en 1959 la cotización promedio fue de US$ 0,45 por libra, ligeramente por encima de la mitad del alcanzado en 1954. La caída del precio condujo entonces a una nueva modificación cambiaria en marzo de 1958 (el Decreto- Ley 80 de 1958 del 26 de marzo que, posteriormente, al reabrirse el Congreso, se incorporaría en la Ley 1 de 1959), para que las exportaciones de café se registraran a una tasa de cambio fija, periódicamente ajustable, que se estableció inicialmente en $6,10 por dólar y para que la retención del café se financiara con un impuesto del 10 % sobre la producción exportable del grano. Infortunadamente la crisis cafetera forzó al Banco de la República a continuar financiando la compra y la retención de café lo cual presionaba la inflación al alza. Pero, las medidas fueron exitosas. En 1957 y 1958 se registraron sustanciales superávits en la balanza de pagos y en 1959 el superávit fue aún más grande (Garritsen de Vries,1987, p.713).

Manejo económico en el Gobierno de Alberto Lleras

El Gobierno de Alberto Lleras entre 1958 y 1962 se debatió entre las prioridades de la estabilidad y el desarrollo. Hubo un primer período, en los comienzos de la administración, en el cual el objetivo fue continuar con la estabilización y, uno segundo, a partir de 1960, en el cual el énfasis se colocó en el desarrollo, con la confianza en que el ingreso de crédito externo permitiría, simultáneamente, elevar el ritmo de crecimiento de la economía y proteger la estabilidad.

SI BIEN EL CRECIMIENTO ECONÓMICO FUE DE SOLO 2,4 % EN 1958, SE ELEVÓ A 7,2 % EN 1959; LA INFLACIÓN CAYÓ A 8,1 % EN 1958; SE LOGRÓ EL EQUILIBRIO PRESUPUESTAL.

Al inaugurar su mandato presidencial, Lleras era consciente de las dificultades de la economía y, sobre todo, de que los cuatro años estarían dominados por los bajos precios del café, aún si se lograban limitar las exportaciones mediante acuerdos entre los productores. Sin embargo, se comprometió a impulsar el proceso de desarrollo con énfasis principal en la industrialización.

Lleras era un convencido de la necesidad de la planeación económica y de institucionalizar sus procesos en Colombia. Creía igualmente en la urgencia de introducir reformas para adecuar la legislación al propósito de promover el desarrollo económico y social. No sorprende entonces que en noviembre de 1958, mediante la Ley 19, se hubieran creado el Departamento Administrativo de Planeación y Servicios Técnicos junto con el Consejo Nacional de Política Económica y Planeación que unos años más tarde se convertirían en el Consejo Nacional de Política Económica y Social (Conpes) y el Departamento Nacional de Planeación (DNP).

En septiembre de 1958, el ministro de Hacienda, el liberal Hernando Agudelo Villa presentó al Congreso la que tituló “Plataforma Económica y Social del Primer Gobierno del Frente Nacional”, con el plan de acción de la nueva administración y “una serie de principios de carácter general en el campo de la estabilidad económica y financiera, el equilibrio social y el desarrollo económico del país”. La plataforma apuntaba al logro de varios objetivos de manera simultánea. Entre ellos: la estabilidad, mediante una severa política de estabilidad monetaria, fiscal y cambiaria; la búsqueda de la distribución equitativa del ingreso nacional; el desarrollo para incrementar la producción agrícola e industrial: y unir los esfuerzos de los sector público y privado para promover el crecimiento y generar empleo. (Agudelo Villa, (s.f.), p.155).

Por primera vez un ministro de Hacienda se refería a la interacción de la política monetaria, la fiscal y la balanza de pagos y, específicamente, con el comportamiento de la tasa de cambio. En el pasado se había acudido a la devaluación de la moneda y a los controles de las importaciones y de los pagos al exterior, cuando era evidente la falta de moneda extranjera en el Banco de la República por la insuficiencia de los ingresos de las exportaciones y no se contaba con divisas para atender los compromisos generados por las importaciones o el servicio de la deuda externa.

❯❯ La declaración de Benidorm fue un acuerdo firmado el 24 de julio de 1956 entre Alberto Lleras Camargo, director del Partido Liberal, y Laureano Gómez, exiliado en Benidorm, España, tras el golpe de Estado. Este pacto entre líderes políticos liberales y conservadores tenía como objetivo derrocar el régimen de Rojas Pinilla y restaurar la democracia en Colombia.

Pero no se vinculaban la expansión monetaria y fiscal con la demanda de dólares. Las políticas de estabilización resultaban entonces fallidas por cuanto el Banco de la República continuaba extendiendo crédito al Gobierno, a la Federación Nacional de Cafeteros, a los bancos comerciales y al sector productivo (Avella Gómez, 2016, 527). Obtener crédito externo y ayuda financiera era un elemento crítico en el modelo de crecimiento económico. El país “tenía un problema cambiario estructural. La industrialización requería la importación de insumos para la industria y para la agricultura y las exportaciones tradicionales de Colombia no crecían a un ritmo suficiente para el suministro de las importaciones que se demandaban” (Urrutia Miguel, (2012), p.243). Era necesario generar divisas y aumentar el ahorro, pero este último se suplía con la ayuda internacional y el crédito externo porque las políticas domésticas no apuntaban al incremento del ahorro interno. Por la experiencia del presidente Lleras Camargo y su trayectoria internacional, su Gobierno se encontraba en una posición privilegiada para lograr flujos de ahorro externo hacia el país. Como presidente hizo una visita oficial a Washington DC, en abril de 1960, invitado por el presidente Eisenhower y, posteriormente, en el Gobierno del presidente Kennedy jugó un importante papel en la aprobación del programa de la Alianza para el Progreso y Kennedy se reunió con él en Bogotá durante la visita del 17 de diciembre de 1961.

Aunque en 1958 el crecimiento económico fue ligeramente superior al registrado en el año anterior, en los últimos meses se respiraba optimismo. En buena parte porque se había logrado obtener un importante volumen de créditos externos con el Export- Import Bank de los Estados Unidos y con la banca comercial, porque se continuaba poniendo al día el pago de la deuda externa atrasada, y porque las reservas internacionales habían aumentado.

El compromiso de Colombia era mantener la política de estabilización económica adoptada en 1957 lo cual facilitó la renovación del programa con el Fondo Monetario Internacional por otro año, sin que se hubieran desembolsado los US$15 millones acordados. Las perspectivas para 1959 no eran, sin embargo, las mejores por la crisis en el mercado del café lo cual implicaba, nuevamente, estrechez de divisas e importaciones limitadas. Y, a pesar de los esfuerzos para controlar la oferta de los cafés de América Latina y de la firma del Convenio Latinoamericano del Café en 1958, iba a ser necesario esperar hasta julio de 1962 --unas semanas antes del término del cuatrienio del presidente Lleras Camargo-- para lograr el acuerdo de productores y consumidores que regularía la oferta mundial de café mediante la fijación periódica de cuotas de exportación de los países productores.

En 1959 se dinamizó el ritmo de crecimiento con todo y la crisis cafetera; se mantuvo la estabilidad de la tasa de cambio y aumentaron en 33 % las reservas internacionales. De nuevo, el crédito fue clave para la estabilidad externa lo mismo que la colaboración del Fondo Monetario Internacional con Colombia puesto que se acordó la tercera línea de crédito stand -by, que estuvo vigente entre octubre de 1959 y octubre de 1960, sin que los recursos financieros acordados se hubieren desembolsado3. Sin embargo, “aunque el Fondo reconoció que en 1958 -1959 el gobierno corrigió el desequilibrio en la balanza de pagos, recomendó simplificar el sistema cambiario” y fue crítico de la política monetaria preocupado por la gestación de nuevas presiones inflacionarias (Junguito Roberto, 2017, 575).

En 1959 predominó la estabilidad de la tasa de cambio. El precio del certificado para compra se mantuvo en $6,10 y para venta en $6,40. El dólar libre se cotizó alrededor de $8,00 en la primera mitad del año y en diciembre bajó a $7,00. Sin embargo, en el primer trimestre de 1960 la tasa de venta del certificado en los remates públicos se elevó hasta $6,70 por lo cual en mayo el Banco de la República subió el precio de compra a $6,50 y el de venta a $6,70 registrándose una nueva devaluación de la moneda. Estas tasas se mantuvieron hasta septiembre de 1962. Al retirarse, a mediados de 1960, el ministro Agudelo Villa en sus memorias sostenía que, “en dos años, Colombia contrató empréstitos externos para impulsar el desarrollo económico y para su estabilidad cambiaria por valor de US$290 millones, lo cual es superior a los empréstitos obtenidos por gobierno anterior alguno durante toda la historia de la Nación” (Agudelo Villa, Hernando, (1960), pp. 172-173).

En 1960 la economía, que se había mantenido estable en los dos años anteriores, volvió a desajustarse. En un documento de febrero el Gobierno se impuso la meta de lograr un crecimiento anual de 5 % para lo cual planteó expandir la oferta monetaria, en particular los créditos del Banco de la República dirigidos al “fomento agrícola y ganadero”, lo mismo que al otorgamiento de préstamos para la producción industrial (Avella Gómez, 2017, p.529).

Para mediados de 1961 era claro que el énfasis de la política monetaria había cambiado: el objetivo de la estabilidad macroeconómica cedió ante la prioridad del “fomento” y el “desarrollo”. Así lo confirmó el mismo presidente Lleras Camargo cuando afirmo que, “el gobierno, con cada uno de sus pasos está demostrando que no defiende la estabilidad como una meta en sí misma, ni como un programa para mantener al país paralizado en su deficiente desarrollo actual. Hemos superado muchas de las etapas en que fue indispensable proceder con rigor para realizar ajustes indispensables y sin que hayamos adoptado una política inflacionaria, estamos comprometidos ya con un plan de desarrollo que no podrá menos de producir una expansión considerable a medida que se ejecute el presupuesto y se vayan incorporando empréstitos externos” (Avella Gómez, 2017, 531).

El presidente Lleras Camargo esperaba que las intensas gestiones que había desarrollado con Estados Unidos resultarían en un flujo cuantioso de ayuda externa para el país dentro del programa de la Alianza para el Progreso, formalizado el 17 de agosto de 1961 con la firma de la Carta de Punta del Este en la cual los Estados Unidos se comprometieron a ampliar la ayuda para el desarrollo económico y social de la región. El 20 de diciembre de 1961, tres años y cuatro meses después de iniciado su Gobierno, el presidente Lleras presentó el Plan General de Desarrollo Económico conocido como el “Plan Decenal” puesto que cubriría el resto de la década, con la decisión de someterlo a los organismos internacionales de crédito, al Comité de los Nueve Expertos en Washington creado por la Alianza para el Progreso, al BID y al Banco Mundial.

EN ENERO DE 1962 SE FIRMÓ UN NUEVO ACUERDO CON EL FONDO MONETARIO INTERNACIONAL Y EL FONDO DESEMBOLSÓ US$7,5 MILLONES PARA APOYAR LA BALANZA DE PAGOS.

El objetivo básico del plan era el crecimiento rápido de la producción en todos los sectores de la economía con un significativo incremento de la inversión pública. La meta de crecimiento anual era de 5,6 % anual, considerada por el mismo Lleras como una ‘tasa mínima de crecimiento’ para generar un aumento en el ingreso per-cápita de 2,6 % por año. De acuerdo con Lleras, por debajo de esta cifra “es la consolidación de la miseria y la amenaza de inestabilidad social, más arriba puede ser un esfuerzo desproporcionado para Colombia, una exigencia inmoderada de ayuda exterior y una confianza excesiva en que los precios del café no van a debilitarse mucho más en la crisis presente” (Caballero Argáez, Carlos, 2012, p.274). Infortunadamente desde 1961 comenzaron a profundizarse los desequilibrios de la balanza de pagos. Durante 1961 cayeron las exportaciones de US$476 millones en 1959 a US$467 millones en 1960 y a US$435 millones en 1961. Los registros de importación aumentaron con respecto a 1960 y se presentó un déficit en la cuenta corriente de la balanza de pagos que tuvo que ser cubierto con crédito externo. En enero de 1962 se firmó un nuevo acuerdo con el Fondo Monetario Internacional y desembolsó US$7,5 millones para apoyar la balanza de pagos (Junguito Roberto, 2017 p.578).

La realidad fue que al entregar Alberto Lleras Camargo la presidencia a Guillermo León Valencia el 7 de agosto de 1962, la situación era angustiosa. El diagnóstico del Fondo Monetario Internacional contenía una fuerte preocupación sobre los desequilibrios que se venían registrando en el manejo monetario y en el fiscal, y el consecuente deterioro de la balanza de pagos, así como la necesidad de devaluar la tasa de cambio y la conveniencia de eliminar las tasas de cambio múltiples. En el documento del equipo del Fondo Monetario Internacional correspondiente a 1961, se “destacaba que el crecimiento de la economía se había desacelerado y que la política monetaria se había relajado por la expansión del crédito bancario y el financiamiento del Banco de la República al Gobierno (Junguito Roberto, 2017, p. 297).

Con el cambio de gobierno iba a ser necesario comenzar de nuevo. Había quedado en claro el dilema entre la ‘estabilización’ y el ‘desarrollo’ como propósitos de la política económica en Colombia. Vendrían cuatro años muy complicados, con esfuerzos fallidos para estabilizar la economía. Solo en 1967, en el Gobierno de Carlos Lleras Restrepo, se pondría en marcha un cambio en la estrategia de política económica y de desarrollo que permitiría dejar atrás la turbulencia de los años cincuenta y la mitad de los sesenta, y enrumbar la economía colombiana en una nueva dirección.

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

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