A partir de finales de la década de los ochenta del siglo XX, Colombia experimentó un cambio profundo en la orientación de la política económica y en la concepción del papel del Estado, que se tradujo en un nuevo enfoque de la política fiscal y monetaria, así como en un régimen de comercio exterior y manejo de tasa de cambio diferente al de décadas anteriores.

Con sustento en la literatura económica orientada al mercado, desarrollada desde los años sesenta y de las políticas aplicadas en los EE.UU. e Inglaterra, se argumentaba que con el nuevo modelo se alcanzaría estabilidad económica, un presupuesto público equilibrado, alto nivel de inversión privada y crecimiento económico, bajos niveles de desempleo, mayores exportaciones y menores déficits de cuenta corriente. Esto atraería mayor inversión extranjera que, en conjunto con lo anterior, aumentarían el ingreso per cápita y reducirían los niveles de pobreza del país en los inicios de la década de los noventa.

La adopción de la nueva doctrina orientada al mercado se tradujo en Colombia en la implementación de un modelo basado en tres pilares fundamentales: tasa de cambio flexible, inflación objetivo y regla fiscal.

En este contexto, Colombia ha mantenido un manejo macroeconómico estable que se ha traducido en fundamentos relativamente solidos como son unas tasas de crecimiento promedio aceptables, un manejo cambiario que permitió ajustes de la balanza de pagos sin incurrir en crisis severas, una evidente reducción de la inflación, y un manejo fiscal conservador que ha permitido aumentar el gasto social y ha contribuido en la reducción de la pobreza.

Mientras que en otros países latinoamericanos ocurrieron periodos marcados por la inestabilidad en el orden monetario, cambiario o de moratoria de deuda, Colombia logró mantener un relativo orden macroeconómico que, incluso, ha sido resaltado por organismos multilaterales. Por ejemplo, hubo severas crisis monetarias, como fue el caso de Ecuador y El Salvador, donde desapareció la moneda nacional; o casos donde se reemplazó el signo monetario, como ocurrió con la sustitución del cruzado por el cruzeiro y éste por el real en Brasil o el austral por el peso en Argentina y luego por el nuevo peso; la desaparición del sol en Perú para dar paso al inti y su ulterior reemplazo por el nuevo sol, y una situación similar en Bolivia

No obstante estos logros, quedan retos pendientes en términos de alcanzar una mayor equidad en la distribución del ingreso y la riqueza, obtener un crecimiento más alto y sostenible con menos dependencia del sector primario de la economía y reducir los elevados niveles de desempleo e informalidad laboral. El país debe hacer esfuerzos por redireccionar la política pública para corregir estas deficiencias estructurales e institucionales y lograr un equilibrio entre la estabilidad macroeconómica y el bienestar social. El propósito de este documento es el de describir las principales características de la evolución de la economía colombiana en las últimas tres décadas. Inicialmente, se presentan los fundamentos del nuevo modelo económico que se impuso a nivel global y que se adoptó en Colombia; posteriormente, se desarrollan los elementos centrales de la política económica vigente, en términos de la política cambiaria, monetaria y fiscal. Luego de analizar el comportamiento en estos frentes y de describir la aplicación del nuevo modelo económico, se evalúan los resultados en términos de crecimiento económico, desigualdad y desarrollo social.

Hechos y aspectos teóricos de la nueva doctrina

Entre 1945 y 1980 predominaron en el mundo las políticas económicas keynesianas. , que se basaron en estimular la actividad económica y el empleo a través de la ampliación de la demanda agregada con instrumentos de política fiscal (gasto público y tributación) y política monetaria (control de tasas de interés). En la medida en que la economía presentaba ciclos de auge y caída, el Estado intervenía con dichos instrumentos con el fin de moderar los ciclos y garantizar niveles cercanos al pleno empleo. Estas políticas coincidieron con una estrategia generalizada en Latinoamérica, consistente en un proceso de industrialización dirigida por el Estado, que se basó en la sustitución de importaciones, la promoción de exportaciones y el avance en los procesos de integración regional (Ocampo, 2013).

En la década de los ochenta del siglo pasado, diversos eventos económicos y políticos dieron argumentos para sustituir las políticas keynesianas en los países desarrollados y la estrategia de desarrollo de las economías latinoamericanas, entre ellas las de Colombia. El estancamiento y la inflación de los años setenta en los Estados Unidos y otros países desarrollados, motivaron el auge de otras ideas económicas que promulgaron la eficiencia del mercado competitivo, el papel de los individuos en la determinación de los resultados económicos y las distorsiones asociadas con la intervención y regulación gubernamentales en los mercados. (Palley, 2005). Esta nueva filosofía, que algunos llaman neoliberalismo y otros era pro mercado, repercutió en la política económica de los países desarrollados, en particular de los EE.UU. e Inglaterra, que siguieron las recomendaciones del pensamiento económico que se imponía.

En Latinoamérica, el nuevo paradigma se introdujo con la crisis de la deuda externa de los ochenta, atribuida a la política de sustitución de importaciones, que implicó un aumento del gasto público y elevados déficits de cuenta corriente, lo cual es muy discutible ya que no fue algo generalizado en Latinoamérica (Ocampo 2010).

En el marco del nuevo paradigma y las condicionalidades del Fondo Monetario Internacional (FMI) para dar apoyo transitorio de liquidez, se efectuaron ajustes en el gasto público y se privatizaron empresas públicas. A esto se agregaron otras recomendaciones, que se sintetizaron en el Consenso de Washington, entre las cuales estaban la liberación de la balanza comercial y financiera y la flexibilidad del mercado laboral.

En los países desarrollados y en Latinoamérica la política monetaria se fijó con base en la independencia de los bancos centrales. Para cumplir con el mandato de controlar la inflación, se otorgó a los bancos autonomía operacional y se les prohibió financiar los déficits de los gobiernos con emisión.

En la política fiscal, por su parte, además de recomendar el equilibrio presupuestal, se reformuló la política tributaria y se reorientó el destino del gasto público. La tributación no debe afectar la asignación eficiente de los recursos por parte del mercado y, de acuerdo con esto, el impuesto al consumo o IVA es el menos distorsionante, mientras que el impuesto a las empresas se debe reducir ya que desestimula la inversión. Si bien se acepta que el IVA puede no ser progresivo, máxime si se establece una tarifa única como se recomienda por razones de eficiencia administrativa, se puede compensar vía gasto público a favor de los pobres, dirigido a fortalecer el capital humano y la productividad de los menos favorecidos. De esta manera, el gasto focalizado, con subsidios a la demanda de bienes y servicios adquiridos a precios de mercado, sería el fundamento de la política fiscal del Banco Mundial en muchos países, particularmente en Latinoamérica con apoyo del Banco Interamericano de Desarrollo (BID). Esto contrastaría con el gasto universal que se mantuvo en algunos países de Europa y escandinavos.

El objetivo ya no era redistribuir el ingreso, función que cumpliría el mercado[6]. , sino maximizar el ingreso de los más pobres. Esto se complementó con un manejo social del riesgo a cargo de cada individuo, a través de un seguro como es el caso de la salud y las pensiones (Giraldo, 2018).

El papel del Estado se redefinió. Se sustituyó la política de apoyo a ciertos sectores de la producción con instrumentos de política fiscal (aranceles y subsidios) y monetaria (créditos del banco central a ciertos sectores estratégicos), por una estrategia de asignarle al mercado la orientación de la inversión y el tipo de bienes que se produce y se exporta. El papel del Estado es garantizar estabilidad macroeconómica, regular la competencia y otorgar estímulos tributarios a la inversión.

La adopción del nuevo modelo económico orientado al mercado por parte de Colombia se ha visto reflejada en la implementación, durante los últimos 30 años, de tres grandes estrategias: el sistema de tasa de cambio flexible, el sistema de inflación objetivo o inflation targeting y el mecanismo de regla fiscal, los cuales se analizan a continuación.

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