Podríamos decir que Roberto Junguito Bonnet conjugó magistralmente esas dotes de economista técnico, en muchas dimensiones académico, con una habilidad única para entrar en las contiendas de la economía política, de la política sin más. En 2013, con ocasión de su retiro de Fasecolda, Santiago Montenegro lo llamó “el más político de los economistas”.

Esa diplomacia económica lo caracterizó en los momentos más importantes de su acción pública. Desde su trabajo en los cuarteles principales de la política económica (DNP, Ministerio de Hacienda, Banco de la República), pasando por el ejercicio directo de las relaciones internacionales como delegado de Colombia ante la OIC, embajador ante la Comunidad Europea y en Francia, y en su participación en el mundo gremial, Junguito siempre enfrentó el ejercicio de la diplomacia y de la política económica con las herramientas que su sólida formación y su eterna curiosidad le ofrecían.

Sus contribuciones a la política económica siempre se acompañaron de estudios técnicos o históricos. Nunca desperdició una posibilidad de tomar decisiones desde su mirada aguda de la historia económica y los métodos cuantitativos del demógrafo-economista que era. Todo esto, sin negar su filiación política conservadora que siempre acompañó de apertura intelectual e ideológica, y sincera curiosidad y respeto por las ideas de todo el espectro político.

Aquí queremos presentar una mirada por dos aspectos de la vida de Roberto Junguito Bonnet, como punto de partida para quienes quieran acercarse a la historia económica reciente del país. Primero, resumiremos su trayectoria intelectual; segundo, resaltaremos, a través de la evocación de algunos episodios, su papel protagónico en la política económica del país.

Formación y contribución intelectual

En 1961 Roberto Junguito Bonnet ingresa a la Universidad de los Andes en la Facultad de Ingeniería, pues las fechas de admisión coincidían con el final de sus estudios secundarios en Estados Unidos. Si bien había sido admitido en universidades de ese país ingresó a los Andes porque, con la caída en los precios del café, fuente del ingreso familiar, sus padres no podían financiar sus estudios allí. Su aceptación en las universidades de Pennsylvania y de Brown se debió, según él, más a sus habilidades como futbolista que a sus resultados académicos y, en efecto, seguiría siendo un gran deportista toda su vida. Aunque dejó de jugar fútbol siguió haciendo equitación y tenis, práctica que, además, probó ser de utilidad para su diplomacia económica con funcionarios multilaterales en Colombia.

En su primer semestre en los Andes tomó una clase de Principios de Economía con Santiago Madriñán que lo llevó a convencerse de que lo suyo era la economía y pidió la transferencia a ese programa. En la Facultad encontró a Eduardo Wiesner, quien reemplazó como decano a Miguel Fadul, a Francisco Ortega como director del Centro de Estudios sobre Desarrollo Económico (CEDE), a Roberto Villaveces y a Miguel Urrutia como profesores, y a Cecilia López como compañera de estudios. En la Facultad fue asistente de investigación de Roberto Villaveces haciendo regresiones en el computador IBM 650 recién instalado.

En 1965 empezó la maestría en Economía del Programa de Economía para Graduados de la Facultad con Manuel Ramírez y Eduardo Sarmiento. Durante la maestría tomó cursos con Hugo Sonenschein y aprovechó para seguir los cursos de matemáticas de Ingeniería para mantenerse en el nivel exigido en el posgrado. Sonenschien recuerda, de su paso por los Andes, a ese pequeño grupo de estudiantes sobresalientes, a quienes les ofreció participar en un equipo de estudio avanzado, para consolidar sus conocimientos en economía matemática y teoría microeconómica que serían necesarios para poder entrar a los programas más prestigiosos de doctorado. En efecto, Junguito no terminaría la maestría en los Andes porque justo en ese momento obtuvo una beca para hacer un posgrado en los Estados Unidos.

Sus profesores le recomendaron ir a la Universidad de Chicago, pero se decidió por la de Princeton que conocía bien por sus estudios secundarios. En la Universidad de Princeton tuvo clases con Fritz Machlup, William Baumol y Arthur Lewis (Nobel 1979) y contó entre sus compañeros a James Heckman (Nobel 2000). En una cohorte de solo diez estudiantes, Roberto Junguito fue el único que se decidió por la política económica en vez de la academia, mostrando su inclinación por el servicio público desde entonces. En la Universidad de Princeton conoció a Álvaro López Toro quien se convertiría en su mentor y a quien consideraba como uno de los más importantes economistas colombianos. Junguito fue uno de los artífices del regreso de López Toro a Colombia, pues Francisco Ortega le había hecho el encargo explícito de convencerlo de regresar al país.

Inició su tesis sobre los problemas de asignación de recursos en la economía cafetera colombiana, bajo la supervisión de Shane Hunt, y vino al país a recoger datos. Esta tesis fue la base de su publicación “Producción de Café en Colombia” de 1991. Este trabajo tendría el sello de su mentor, López Toro, al combinar el rigor cuantitativo con la exploración de las fuentes históricas. Desde ese momento nunca desperdiciaría un encuentro con un papel viejo, o cualquier fuente, para escarbar su valor histórico. En este caso sería la información tanto de los datos de la Federación de Cafeteros, como los documentos de los archivos familiares.

A su regreso a Colombia se integró a la Facultad de Economía y al CEDE como profesor e investigador. Allí ratificó, de una parte, su vocación por el servicio público y, de otra, los pocos alicientes para dedicarse a la vida académica que existían en ese momento. Siempre abogó por la necesidad de crear las condiciones para que la vida académica fuera una opción de las Generaciones posteriores y para que la educación recibiera los recursos necesarios para ser un pilar de la sociedad.

Como investigador del CEDE publicó, con Álvaro Reyes, un estudio pionero en demografía titulado “Análisis de la estructura y evolución de la fuerza de trabajo colombiana, 1938, 1951 y 1964; y proyecciones de la población económica activa 1965-1968”. Este estudio forma parte de los avances hechos desde el CEDE en los estudios de demografía y sobre el mercado de trabajo en el país que, entre otros, llevaron a la elaboración de lo que hoy se conoce como la Encuesta Nacional de Hogares.

Antes de terminar su tesis, Junguito es llamado para integrar el equipo de jóvenes tecnócratas que Carlos Lleras Restrepo le había encomendado a Augusto Cano, subdirector del Departamento Nacional de Planeación (DNP), para informar desde la técnica las decisiones de política económica. Es así como Junguito es nombrado jefe de la Unidad de Estudios Industriales y Agrarios. En el DNP, Junguito reencuentra a viejos amigos de los Andes, como Guillermo Perry, con quien ayudaría a tejer la red de la tecnocracia nacional, a pesar de sus diferencias ideológicas.

En lo últimos años de la administración Lleras Restrepo, Junguito participa activamente en el Consejo Nacional de Política Económica y Social (Conpes) que se había convertido en el foro de discusión técnica de la política económica nacional. Para cada reunión del Conpes los técnicos del Departamento Nacional de Planeación debían preparar un documento que era leído en su totalidad durante la reunión y que el presidente Carlos Lleras Restrepo anotaba en detalle. Junguito recordaba que el Presidente dando vueltas a la mesa, hacía notar las inconsistencias.

La transición a la administración de Misael Pastrana trajo un cambio en el rol del DNP y, por tanto, del Conpes al dejar de ser el sitio privilegiado de discusión técnica que había creado Lleras Restrepo. Algo semejante sucedió durante el gobierno de Álvaro Uribe cuando, como ministro de Hacienda, Junguito percibía su rol más como de relación con el Congreso que como parte de la discusión técnica que se había diluido en el Conpes.

Una anécdota que muchos de los tecnócratas de esta primera generación recuerdan sobre el cambio entre la administración Lleras Restrepo y la de Pastrana Borrero, es que terminaron renunciando en masa y haciendo huelga en el DNP luego de un altercado entre el presidente Pastrana y el director Ruiz Lara en un Conpes sobre parques nacionales. Con su humor característico, Junguito recordaba que a él no le habían aceptado la renuncia por ser el conservador del grupo.

Esa dimisión masiva que llevó al reemplazo del equipo técnico del DNP por economistas cercanos a Lauchlin Currie marcó el inicio de la relación de Junguito con Fedesarrollo. Rodrigo Botero, quien había sido Secretario Económico de Lleras Restrepo, acababa de fundar Fedesarrollo y, en su proyecto de convertir a esta institución en un centro de pensamiento económico independiente y referente para la política económica nacional, contacta a Junguito, a Guillermo Perry y a Antonio Barrera para conformar el primer grupo de investigadores. Roberto Junguito sería, además, uno de los más jóvenes directores de este centro del pensamiento (1974-1978).

Muy poco tiempo después la función pública vuelve a llamar a Junguito al ser nombrado delegado de Colombia ante la Organización Internacional del Café (OIC) en Londres. Es su primera experiencia directa como diplomático economista en un sector con el que no solo tenía lazos familiares, sino que también se convertiría en uno de sus objetos centrales de estudio.

De la OIC regresó a Fedesarrollo para ocupar la dirección de la institución tras el nombramiento de Rodrigo Botero como ministro de Hacienda de la administración López Michelsen. Como director mantiene el precepto de su fundador ejerciendo una opinión independiente y publicando en Coyuntura Económica análisis críticos de la política económica del momento. Una buena parte de su producción intelectual sería divulgada en esta revista. Además de su aporte en la revista de Fedesarrollo, Roberto Junguito hizo grandes contribuciones a la historia económica del país. Esta producción incluye múltiples libros ya publicados, y algunos que quedaron avanzados, porque su curiosidad y disciplina nunca se detuvieron.

Sobresaliente historiador económico

Como historiador económico, Roberto Junguito abordó, al menos, cuatro grandes temas. El primero es la historia de las finanzas públicas, donde se destacan su análisis del endeudamiento externo y un estudio minucioso del gasto y los ingresos del Estado en los siglos XIX y XX. Trabajos ricos en datos novedosos, algunos tomados de su colección de documentos recopilados con pasión, y otros que desempolvó y rescató del olvido cuando era embajador en Francia.

La segunda gran línea de investigación histórica que apasionaba a Junguito era la historia de la producción agrícola del país que incluye un libro que estaba a punto de terminar y sus múltiples estudios sobre la economía cafetera, ya mencionados. Aquí, otra vez, su curiosidad insaciable lo llevó a aprovechar su paso por el Ministerio de Agricultura para rescatar y explorar su archivo. Pero también a escarbar en los anaqueles y estanterías familiares y de sus propios amigos, para reconstruir datos y comprender los detalles y la evolución de la actividad productiva cafetera.

La historia intelectual fue también su pasión y le permitió explorar las ideas de grandes protagonistas de la historia económica nacional. Siempre que comenzaba un nuevo estudio de historia económica se apasionaba por conocer las vidas y las ideas de sus protagonistas. Un excelente ejemplo de esto fue su completa compilación de las ideas económicas de Rafael Núñez que se convirtió en uno de los mejores estudios económicos del controvertido hombre público. Otro ejemplo es su interés por comprender la evolución de las ideas tributarias del siglo XIX, descubriendo que las propuestas de impuestos directos se discutieron en Colombia cuando, prácticamente, ningún otro país había adoptado esta forma de tributación.

El tercer tema de sus investigaciones como historiador económico está asociado a su amplio conocimiento del sector privado. Su trabajo en diversos gremios lo acompañó de su deseo por entender la historia del sector privado. Así, contribuyó a la historia empresarial del país. Fue pionero en la exploración de la tradición de grandes empresas como Bavaria y la Compañía Colombiana de Seguros. Pero también, en compañía de su colega y gran amigo Carlos Caballero Argáez abordaron de forma creativa y original el funcionamiento empresarial y la evolución del narcotráfico en Colombia. En los últimos años se propuso entender mejor el papel de los gremios en diferentes aspectos políticos del país, como el reciente Proceso de Paz. Otra vez, todos estos estudios fueron el fruto de su curiosidad, casi de niño curioso, que siempre lo llevaron a abrir, prácticamente, la totalidad de los cajones y bodegas húmedas de las instituciones donde trabajó para rescatar del olvido los documentos con los que hoy podemos entender mejor el presente, con una mirada de largo plazo.

Política económica de vanguardia

Conservador desde su adolescencia, en el internado en Laurenceville School, en Nueva Jersey cerca de Princeton, tuvo la oportunidad de entrar en contacto con las ideas del partido republicano y ver a Fidel Castro después de la revolución cubana. Al volver a Colombia, Roberto Junguito se declara laureanista y muy cercano a Álvaro Gómez, quien años después le propone lanzarse al Senado. Junguito declina la oferta para aceptar la propuesta del entonces ministro de Hacienda, Rudolf Hommes, para formar parte del equipo de codirectores del Banco de la República luego de la reforma constitucional en 1991.

Su paso por la política activa también incluye su participación en la campaña presidencial de Belisario Betancur en 1978. El entonces candidato presidencial estaba buscando un economista técnico conservador y el entonces director de ANIF, Ernesto Samper, le recomienda a Junguito. La derrota en la contienda electoral no disuadió a Junguito quien siguió siendo cercano a las directivas de su partido y activo en política.

Ante todo, fue un convencido funcionario público que ponía al servicio de la política pública su formación técnica como economista. Esto no pudo ser más claro que cuando se desempeñó como ministro de Agricultura y de Hacienda en el gobierno de Belisario Betancur y ministro de Hacienda en la administración de Álvaro Uribe. Sin duda, una de las huellas más significativas que deja Junguito como ministro fue su manejo de la crisis económica que enfrentó el país en la década de los años 80.

Pero más allá de su hábil manejo de las crisis, para Junguito el servicio público estaba estrechamente relacionado con la prioridad del interés general y, por tanto, con el ejercicio técnico e independiente de la función. Cabe recordar, como lo reportaron los medios de comunicación en el momento, el rumor sobre tres renuncias a su cargo como Ministro de Hacienda durante la administración Betancur porque el Congreso no aprobaba las reformas necesarias para enfrentar la crisis y, también se rumoró en los medios que su renuncia como Ministro de Hacienda en la administración Uribe estaba relacionada con la independencia perdida de los tecnócratas frente al presidente de la República. Su paso por los ministerios fue rápido y efectivo, precisamente, por su compromiso con la independencia de la técnica.

Esta independencia no reñía para Junguito con el manejo diplomático de la postamoslítica y las relaciones económicas del país. Gracias a esta práctica fue uno de los principales artífices del crédito Jumbo que el Banco Mundial le otorgó a Colombia con la monitoría del Fondo Monetario Internacional para salir de la crisis en los 80. Los dos fueron acuerdos excepcionales.

El primero, por su monto, que incluyó recursos para invertir en Carbocol y que Junguito logró, entre otras, organizando un viaje a La Guajira desde Cartagena donde recibió a inversionistas con sus familias en la Casa de Huéspedes Ilustres, y el segundo porque, contrariamente a los acuerdos de stand-by del resto de la región, no implicó ni intervención directa del FMI ni moratoria de la deuda colombiana, pero sí la movilización de las habilidades tenísticas del ministro Junguito.

Su diplomacia estaba respaldada en análisis y conocimiento técnico profundo. Para esto, Junguito, como economista, contaba con quienes consideraba los mejores técnicos independientemente de sus filiaciones políticas. Durante su paso por el Ministerio de Hacienda, entre 1984 y 1985, contó con María Mercedes Cuéllar, como viceministra; Oscar Marulanda y Luis Jorge Garay, como asesores; Luis Fernando Alarcón, como director de Presupuesto; Mauricio Cabrera, como director de Crédito Público; y Carlos Caballero y Manuel Ramírez, como miembros de la Junta Monetaria.

Esta vocación de servicio público también se evidenció en su participación en diversas misiones gubernamentales sobre temas como finanzas y gasto público, a pesar de, en ocasiones, mostrarse escéptico sobre la eficacia de las mismas. No obstante, Junguito consideraba estas misiones como un ejercicio fundamental de la tecnocracia colombiana porque, si bien era posible que las recomendaciones no se convirtieran en decisiones de manera inmediata, sí contribuían a informar esas decisiones y a marcar la notoria continuidad de la política económica en el país.

Desde los gremios, como presidente de la Sociedad de Agricultores de Colombia (1979-1982), de la Asociación Nacional de Exportadores de Café de Colombia (1988-1990) y de la Federación de Aseguradores Colombianos (2005- 2013), Junguito contribuyó al debate público y a la política económica nacional a través de sus investigaciones, análisis y consejos.

Roberto Junguito deja una profunda huella en la economía nacional, como protagonista y como analista de primera línea. Su inagotable capacidad de trabajo, motivada por la insaciable curiosidad y deseo de comprender profundamente nuestra realidad compleja, sobre la que siempre tuvo una mirada esperanzadora, marcaron las políticas económicas y los debates públicos de las últimas seis décadas. Como lo resumió elocuentemente su gran amigo y compañero en la tecnocracia, Carlos Caballero Argáez, Roberto Junguito es “un colombiano que le sirvió al país, que siempre creyó en su futuro, en su potencial y en el de sus gentes”. EC